Las condiciones son adversas. Volar hace tiempo que dejó de ser un placer y se ha convertido en una experiencia estresante. Cuando era chico volar era un lujo y el torno del dentista una tortura. Hoy el dentista te hace sentir como en un hotel de cinco estrellas y en los aeropuertos me sudan las manos. Muy pocas aerolíneas son capaces de garantizarle al viajero un sentimiento de confort desde que sale de casa hasta que llega a su destino. Las aerolíneas, prácticamente todas, nos estabulan pero en nuestra mano está tomar una actitud elegante frente a las circunstancias. El colapso de nuestros aeropuertos, y también de los internacionales, empuja a un único consejo: volar cuando y a donde los demás no vuelen, pero esto no siempre es posible así que asuma el lector que viajar con elegancia exige, en primer lugar, un predisposición personal.
Estate preparado para hacer vida social en el aeropuerto. En días punta, en determinados destinos (Ibiza o Menorca en verano) son buenos lugares para los negocios porque te encontrarás seguro con alguno de tus contactos profesionales. Ve con cuidado con cómo vas vestido, porque te puedes dar de bruces con ese cliente al que no te gustaría encontrarte en chancletas. O lo que es peor: puede que te lo encuentres a él en pantalones cortos y camisa hawaiana y que no espere que le veas así.
Prepara el vuelo. Empaca con calma. Hacer una maleta tranquilo da paz. ‘Prisa mata’, como dicen en Brasil. Descárgate con tiempo las películas. Elige una lectura que pese poco. También puedes preparar el trabajo que harás a bordo. Si el vuelo es transoceánico llévate un pijama, cepillo de dientes y de pelo, y crema hidratante. Church’s (del emporio Prada) vende unas zapatillas para vuelos. Recuerda que, viajes en business o en turista, una visita al baño a media noche es con frecuencia una experiencia poco higiénica. Nada más llegar cámbiate de ropa. Lávate la cara y los dientes. El mundo se divide entre los que se bajan de un avión como si saliesen de casa y los que llegan como si les hubiesen dado una paliza.
Factura. Ve a contracorriente. La mayoría de los viajeros no facturan para llegar antes, pero eso no es así. Ahora, como nadie factura los equipajes, salen antes. Uno de los momentos más estresantes es no saber si tu equipaje de mano cabrá en cabina o si te bajarán la maleta. Factura y lleva una pequeña bolsa de mano con el Ipad o tu libro. No olvidar nunca los auriculares, son fuente de aislamiento. Te aseguro que los grandes éxitos de Michael Nyman, un priority pass (para pasar el primero o el último) y sentarse a leer mejora la situación en cabina un 80%.
Si Dante hubiese podido volar habría descrito el control de seguridad como la puerta del infierno. Cuando el terrorismo islámico atentó contra las Torres Gemelas además de hundirlas consiguió meter el pánico en los aeropuertos de por vida. Mi consejo, se educado, muy educado, ultra educado. Da los buenos días, sonríe, vuelve a sonreir, factura y una de las cosas más importantes: no lleves “tomates” en los calcetines. Yo, es lo primero que miro en los pies de los demás.
Al embarcar intenta entrar el primero o el último. Como habrás facturado, aunque tu maleta sea pequeña, no tienes que correr. Tira de nuevo de educación. La mayor parte del pasaje ni sonríe a la tripulación. No te pongas los cascos hasta que no te sientes. Si los llevabas antes, quítatelos al subir. Y al sentarte no te descalces, piensa en tu compañero de asiento. Mi opción es siempre ventanilla y primera fila (es la más aislada) pero cada uno tiene su gusto.
No comas ni cenes abordo. Ni se te ocurra. En los vuelos transoceánicos el empeño de la aerolíneas por ofrecer una comida de autor (incluso en clase business) es en vano. En turista ni te cuento. La digestión a bordo es lenta, pesada y provoca flatulencias. Normalmente no hay ningún vuelo que no se pueda superar con una buena ingesta de líquidos y unos frutos secos. Mi consejo: compra o lleva la bebida (no gaseosa por favor) y los frutos secos desde casa o en el aeropuerto y no tomes la comida de a bordo. Cuando bajes vuelves a comer. Si puedes fuera del aeropuerto mejor. En Madrid la oferta del sushi man Ricardo Sanz es de lo mejorcito. Quizá lo único comestible.
Durante el vuelo. No aplaudas. Lleva siempre un jersey a mano. No se te ocurra entrar con el reposa cabezas puesto. Cuando aterrices espera a que los demás salgan. Por supuesto no llames desde dentro del avión y no pongas los vídeos de You Tube en alto.
En caso de retraso. No aceptes los vales de comida por muy enfadado que estés. Regresa al consejo anterior. Si te has llevado fruta o frutos secos de casa es lo mejor. Si te toca dormir en un hotel porque el vuelo no saldrá valora si un airbnb de última hora puede ser más confortable que el hotel al que te lleven en autobús y te permitirá conectar con la ciudad o cenar algo local. No te desgastes en broncas con el empleado del mostrador, está entrenado para situaciones así, si lo observas veras que no sufre con la cancelación porque es su oficio. Mantente al margen de las trifulcas, las reclamaciones: por email y al día siguiente, ya desde tu casa.
Y por último. Bebe agua. Bebe mucha agua. Déjate el vino para casa. No te olvides, agua, mucha agua, y recuerda ir al baño antes de volar. Bon Voyage.