Lo que no se vio en la gala Michelin

La Gala de las Michelin no es una fiesta para mujeres con kilos de más. Claro que no. Por increíble que parezca España es el segundo mercado para la francesa Michelin cuyo negocio es la venta de neumáticos y la edición de guías de viaje su herramienta de marketing más eficaz. Tenemos la marca tan unida a nuestra cultura popular que a las lorzas las llamamos michelines porque Bibendum, su mascota de cuerpo neumático (diseñada por el francés Marius Rossillon), las luce en la publicidad. Y de ahí su lema, Nunc est Bibendum (Ahora es el momento de beber).

El Hotel Abama, promovido por Jesús Polanco tras su éxito como hotelero con el hotel Jardín Tropical, ahora gestionado por la cadena Ritz Carlton acogió la ceremonia de entrega de las estrellas Michelin. Y allí fuimos todos. Esto es lo que se coció en las cocinas antes y después de las fotos.

Lo primero que se aprende al embarcarse en una gala es que las estrellas Michelin se parecen al Premio Planeta en lo indiscreto de sus galardones. Todos saben antes de anunciarse quien ganará pero nadie quiere decirlo. Todos te lo mandan por WhatsApp al grito de “gallina el último”. El primero que se atreve a tuitearlo (parece que fue el blog gastronómico 7 Canibales el afortunado) se lleva como trofeo el reconocimiento a que se hable de él durante los martinis previos a la ceremonia. También se aprende que cada país se trabaja la Gala de las Michelin a su manera, que no todas se presentan en la misma fecha, y que en cada territorio se saca más o menos pecho. En algunos tan solo una rueda de prensa.

La reina de la fiesta en España es la malagueña Mayte Carreño, que como empleada de Michelin ha conseguido que la entrega de las estrellas abra los telediarios y que chefs y medios de comunicación remen todos a una por la marca España. El buen yantar no sabe de nacionalismos. En los últimos cinco años la Guía Michelin ha concedido a la gastronomía española más de cien estrellas. Léanlo otra vez porque eso significa que nuestra cultura y nuestra industria gastronómica crece y mejora. Mayte sufrió como nunca la climatología que el día previo amenazó con impedir usar la terraza pero que tras la entrega de “chaquetillas” convirtió el océano Atlántico en un espejo de mansedumbre bajo la luna creciente.

A Pedro Subijana, optimista como siempre, feliz por el éxito de su hotel, recién abierto el pasado mes de junio, el único Relaix Chateaux de San Sebastián, le perdieron la maleta. Un consejo si van a alojarse y quieren cenar en el restaurante gastronómico, el que ha revalidado las tres estrellas, no se confíen, reserven que el alojamiento no supone tener mesa. Subijana ha inaugurado otro restaurante, al que se puede acceder se esté o no alojado en el hotel.


Michel Ellis, Director de la Guía internacional, hizo de maestro de ceremonias en castellano con las maneras de un presentador de la Fox. Muy entusiasta y muy profesional pero no era fácil entenderle, pues para nosotros son las Mi-Che-Lin (pronúnciese con acento castizo) y para ellos (y tienen razón) las Mi-Che-Lan (pronúnciese en francés tal y como se debe pronunciar)

No parecía haber rencillas. Había buen rollo. Todos muy contentos de los recién llegados. Yo personalmente (por razones geográficas) con la segunda estrella del murciano Cabaña Bellavista de Pablo González, la primera vez que la gastronomía de la región llega a tan altas cotas de excelencia.

Tras los premios todos a comer. No había mejor manera de celebrar las estrellas que ponerse “morao”. La batuta fue un mano a mano entre el sashimi de Ricardo Sánz de Kabuki (una estrella) y Berasategui (sus ostras con hielo fueron lo más comentado). Muy interesante también el producto local canario, los vinos blancos y los quesos, bien jugado por las instituciones locales que supieron aprovechar la audiencia para explicar lo excelente que es la cocina autóctona. Una pista: antes de la gala, recién aterrizados, parte de la expedición, José Carlos Capel, los Diverxo, Xavier Agulló y algún que otro periodista zampabollos se escaparon a El Templete a comer morena frita y papas. Para atestiguarlo busquen en Instagram, pero no se les ocurra hacerlo en ayunas.


Estupendo ver a Eneko Atxa, flaco flaquísimo tras bajar su record en el maratón de Valencia, recordar con Quique D’Acosta que hace diez años los dos recogieron sus tres estrellas. Capel me contó que para él Quique está que se sale. Espero que a José Carlos Capel no le importune la indiscreción y que Quique me perdone no habérselo contado en persona. D’Acosta, el chef mejor vestido del planeta gastro nacional, me contaba “Mira, la gente cree que un tres estrellas está siempre lleno pero no es así. Ya verás, ahora mismo vamos a entrar en las reservas que tengo para mañana (jueves).” Efectivamente quedaban mesas libres. No muchas. “Estamos comunicando mal. Los tres estrellas no están llenos, hay sitio y no hace falta esperar dos meses para cenar en ellos”.

D’Acosta ha defendido también el pasado septiembre el gastrofestival DNA que será bianual y al que prometo no faltar la próxima edición porque no me quiero perder cómo las abuelas del pueblo le daban caña a los cocineros de su restaurante por usar paellas con teflón en vez de dejarse las uñas con el famoso nanas de aluminio.


Todos estaban muy contentos con las tres estrellas de Aponiente y de ABaC. La prensa comentaba cuanto de su éxito televisivo podría haber influido en el seguimiento de los inspectores, pero nadie discutía el mérito. Gloria a los ganadores. Y mientras tanto el cómico Andreu Buenafuente me mandó un mensaje durante la Gala para decirme que pensaba acordarse de mi porque el “nuevo” Esquire le daba un premio y quería nombrarme al recibirlo. Y dicho y hecho. Un tocayo es un tocayo. Gracias compadre por acordarte.

Especialmente divertido estuvo Ricardo Sanz, el chef del japonés Kabuki (una estrella), “llevo dos días cortando pescado, no como Martín (Berasategui) que ha tenido que dejarse la piel en la cocina. Yo corto pescao y ya he cocinado”. A destacar el esfuerzo del chef del Abama, el venezolano Pedro Contreras, mano derecha de Martín Berasategui en todo el fasto. Al día siguiente partía a Dubai porque a Ritz Carlton pertenecen los hoteles Bulgari y tenía que enseñar a la “cuadrilla” de chefs las normas de la casa antes de la inauguración.

Para terminar una pregunta enigmática. ¿Por qué no fue Albert Adrià, tan querido por todos, a recoger su primera estrella para Enigma? Una paradoja: el restaurante tinerfeño Nub (San Cristóbal de la Laguna) de la chilena Fernanda Fuentes y el italiano Andrea Bernardi que acaba de ganar su primera estrella carece de licencia de apertura. Y un último cotilleo. La clave del wifi de la gala Michelin: Estrella. Eso es marketing viral y lo demás son manchas en el mantel. Lamparones.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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