Lo que no pudiste ver de la fiesta homenaje a Lola Flores

Miercoles 27. «Intentad estar a lsa 21 que no haysitting«, me mandan por whatsapp (ya no se invita a nada ni a nadie por correo postal). No se sabe si Lola vendrá. 26 años hace ya que se marchó. Con la esperanza de darla un beso nos juntamos a comer jamón y beber, gente de pelaje fino, periodistas ya con años, flamencos a la caza de señorito, empresarios de apellido, palmeros trajeados, modeluquisa la caza y diseñadores de los buenos.

La lista de puerta es un cachondeo. Melania Pan, una de las mejores coolhunter de Europa, ya se ha rendido. Los gitanos son todos primos y si invitas a uno allí, van todos. La familia unida permanece unida. Melania controla a sus invitados. A los gitanos los invita Mariola Orellana, mujer de Antonio Carmona, amiga de las Flores, que tanto hizo por esta ciudad al frente de la Sala Caracol, y que ha ‘colao’ al clan en el vídeo de Los Tontos, la canción que el maestro Kiko Veneno metió en el álbum de Tangana. «Te has creído, que por ser yo bueno, puedes ir pisando, por donde friego».

El Viso, el barrio donde la pasta no cabe en los colchones, la colonia histórica por excelencia construida antes de la Guerra Civil por el arquitecto Rafael Bergamín, acogió la fiesta. ¿Una fiesta flamenca en El Viso? Ver para creer, bailar para vivir.

La sorpresa es mayúscula, en los bajos de una chalet está La Bulería un tablao completo, con sus paredes decoradas con recuerdos taurinos y flamencos, su barra repleta de queroseno para las palmas, insonorizado y feliz. «Un bunker flamenco en El Viso» podría titularse esta crónica de cante, baile yforfait de 5 Jotas.

Todas las fiestas flamencas tienen un señorito. El paganini era Movistar que estrenó este viernes un documental de cuatro episodios para reirnos con ‘La Faraona’. Espero que desmienta la leyenda que el New York Times publicó aquello de «Ni canta, ni baila, pero no se la pierdan» que el periodistaCarlos Yarnozdesenmascaró en El País y lo archivo en la categoría de trolas del mundo, del mundo mundial. «No me digas que no puedo usar esa frase para la invitación», me dijo Melanie cuando aun pensaba que la lista de puerta sería paya y no romaní. «Puedes usarla, pero al menos pon que es falsa».

La escena se la pueden imaginar: ríos de fino, jamón del «güeno», gitanas maquilladas como diosas, sus maridos con el pelo recogido y la camisa recién «planchá», Juanito El Golosina de cofrade mayor, y la mesa de Almodovar. ¿Vendrá o no vendrá? ¿Por que Pedro Almodovar es la guinda de todas las fiestas? Porque con Almodóvar presente la fiesta es party. La party es elevar el festeque a la categoría de akelarre cultural. Pedro se prodiga poco. Ni siquiera cuando le apetece se sabe si irá y así su leyenda crece. Vestido de teenager, con una sudadera amarillo pollo de Balenciaga acompañado de uno de sus amigos de siempre y Alejandro Gómez Palomo con otro.

A Antonio ‘El Pescailla’, el que de verdad sabía lo que era Lola cuando no era Lola Flores, le rendí tributo como el quiso, para mis adentros. Fue tan gran músico, tan grande ventilando la rumba catalana que me ofende que apenas tenga 1900 oyentes al mes en Spotify. ¿No debería el algoritmo promocionar lo que no se escucha cuando deba ser escuchado? Acordándome de él di palmas donde no se deben dar, porque solo los payos palmean a destiempo, y para disculparme lancé unos “oles” cuando debía.

Con mi ojo de pez me fije en las ganas de Tomasito de marcarse un moonwalk pero sin estorbar, -es al que Lola llamaba para las fiestas en su casa- de cuando José Maya se quitó los zapatos de guapear y se puso los de bailar cuando ya las tablas estaban calientes, de los cantes de Jesule de la Tomasa y de que Almodóvar a veces se escondía en sus gafotas negras y otras intentaba palmear con sus manos regordetas. Lo que vimos sobre las tablas fue un trocito de Jerez importado para los gerifaltes de la Movistar bajo la batuta de la pizpireta Puri González, y a las Flores con las faldas subidas moviendo las manos con esas melenazas que de un golpe te pintan una pared.

Entre fino y vino me acordé del Indostán de donde vinieron todos estos artistas y de Antonio Flores y de su Pongamos que hablo de Madrid. Y de Norte de Recuerdos, mi canción favorita. «Sin carnet ni pasaporte, al norte, siempre al norte voy siguiéndote» y allí me pareció que debía estar la Faraona al lado de su chico, porque a las 23:45 cuando nos mandaron a casa porque la fiesta ya estaba convocada con hora de terminar, Lola aun no había llegado pero mandó un buen rollo de esos que hacen de Madrid la mejor ciudad del mundo para vivir o malvivir.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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