LO-LI-TA lo sabía. Nabokov no pudo explicarnos mejor el poder de un guion para separar tres sílabas. Nabokov inventó la manera de hablar de Sara Montiel. Leer es sexy porque muchas noches prefieres irte a la cama con el libro que con él. Leer es sexy porque si el libro es bueno, tú sabes que hay páginas que no las cambias por un beso. Y si el beso es malo, hay miles de páginas mejores que el exceso de saliva.
Mis grandes amores han sido y son grandes lectoras. Una mujer leyendo me atrae como un imán. Amores de libros gordos, de textos largos, de horas en la cama o en la playa leyendo, pasando de mí, desesperándome por no hacerme caso. Amores de Ángel González, de García Márquez, de Ana Karenina o de Houellebecq. Amores leídos en inglés. Amores de tinta china. Y qué me dices del placer de que te lean en alto, mientras te acurrucas en su lado de la cama. O cuando al alzar la vista del libro un instante, para recordar que yaces en la bahía de Cadaqués, tu mirada se cruza con la suya y regresas veloz a buscar el punto y aparte donde lo dejaste, con la certeza de que en esa playa entraste sola, pero saldréis dos, juntos, y que dentro de un rato seréis uno… Y empezarás preguntando: ¿Qué lees? Releyendo, Lo-li-ta… he vuelto a las desventuras de El viejo y el mar.
Carta publicada en L’Officiel por Andrés Rodríguez