A Oscar Wilde le gustan las cosquillas. Las que le hacían las parejas, y los solitarios, cuando grababan su nombre con una pequeña navaja, o un cortaúñas, en la base de su tumba mausoleo en el cementerio de Père-Lachaise. A Oscar Wilde los dos años que estuvo en prisión por sodomía le convirtieron en una leyenda. Tenía méritos de sobra para entrar en la historia, su bibliografía lo demuestra, pero fueron la cárcel y su causa las que lo encumbraron. «No hay nada moral o inmoral en un libro. Los libros o están bien escritos o mal escritos. Eso es todo». Tan solo esta frase daría para mil cartas como esta.
Acaba el desfile de Chanel y todos corremos a ver la exposición de Oscar Wilde en el Petit Palais de París. Aún puedes acercarte. París merece la pena. Oscar Wilde también.
Carta publicada en L’Officiel Homme por Andrés Rodríguez