Dos libros me recuerdan estos días mi amor por el fotógrafo Richard Avedon. Dos libros devuelven el nombre del maestro a las reseñas literarias. La editorial de Benedikt Taschen (56), necesitada de marcar su territorio en el planeta fotográfico, reedita Nothing Personal, publicado por primera vez en 1964. La primera edición firmada por Avedon la puedes conseguir en Ebay por 2.000 dólares. El libro fue publicado justo después de la Civil Rights Act (La Ley de Derechos Civiles), meses después de que Kennedy cayese asesinado. Fue firmado a dos manos por Avedon y el activista James Baldwin, que era compañero de colegio de Dick. Si quieres disfrutar del libro en su contexto te recomiendo el visionado de I am not your negro (2016), el documental sobre Baldwin.
El trabajo publicado en Nothing Personal fue la semilla de The Family los 69 retratos de las familias más poderosas de Estados Unidos publicados por Jann Wenner en Rolling Stone en 1976 para conmemorar el bicentenario del país. Estás de suerte porque puedes hacerte con esa revista en Ebay por 33, 33 dólares.
L
as novedades las aporta Something Personal (Spiegel & Grau 700 pag. 33 dólares), la biografía firmada por Norma Stevens, directora del estudio de Avedon desde 1976, firmada en colaboración con el escritor Steve M.L. Aronson. Aronson también firmó algunos textos para la antología del fotógrafo Peter Beard. Si, lo conoces, el de las chicas y los safaris, con sus textos escritos en sepia encima de las fotos.
El libro está lleno de cotilleos y datos relevantes. A favor del protagonista desde luego, en una buena mezcla de los recuerdos de Stevens con testimonios de los que conocieron y colaboraron con Avedon en su legendario estudio de la calle 58 East en Manhattan.
Avedon fue el fotógrafo del “yo primero”. El primero en fotografiar a una modelo de color en la alta costura (Donyale Luna). El primero en fotografiar a Kennedy y Jackie. El primero en publicar un hombre en la portada de una revista femenina (Steve McQueen para Bazaar US). El primero en exponer en el Metropolitan Museum. El primero en publicar un topless en una revista de moda (el de la condesa italiana Christina Paolozzi).
Los testimonios son muchos e imposibles de resumir en una crónica que con suerte será leída en un teléfono móvil. Divertido es el de la modelo China Machado, “A Dick le gustaban las dos gemelas españolas (se refiere a las hermanas Naty y Ana Abascal) porque tenían grandes tetas y unas buenas narices” (…) “Dominguín me abandonó por Ava Gadner” recuerda con nostalgia torera.
¿Descubrimientos? Los hay a cientos. Que su apellido, judío, venía de la palabra Abaddon cuyo significado en hebreo es “infierno”. Por eso en su tarjeta de visita mostraba a un diablo mirando tras una cámara. Que la foto de Elisabeth Taylor con la espalda al aire en la que luce un collar de perlas no era su espalda sino la de otra. Que era adicto al trabajo, que trabajaba 24 horas los siete días de la semana. Que reinventó el trabajo de fotógrafo y el era en sí mismo también una agencia de publicidad. No hay que olvidar que se hizo famoso primero por sus fotos para Revlon.
Que anunciaba a todos que sus memorias, que nunca llegó a escribir, se llamarían Así miente Richard Avedon. Que su trabajo mejor pagado en sesenta años de carrera fue un encargo del jeque de Qatar para que fotografiase su colección privada de arte. Que el New York Times no siempre le adoró, y que eso le tenía atormentado. Dick no pudo leer que su muerte fue anunciada en portada “Richard Avedon, el ojo de la moda, muere a los 81”. Que Claude Picasso (70), hijo del pintor fue su asistente en el estudio. Que uno de los logros que mas ilusión le hizo fue su portada en Newsweek (oct 1978) cuando inauguró su exposición en el MET, aunque el dominical del New York Times se lo había medio prometido y al final no se la dieron.
Que en su contrato para la exposición de Nueva York no solo pidió control total, normalmente son los museos los que eligen que obra exponen, sino que exigió dos entradas VIP en la pre inauguración de la expo sobre Tutankamón para su madre Anna. Hemos sabido al leerla de su profundo remordimiento tras haber fotografiado en el lecho de muerte el cadáver de su padre Jacob Israel Avedon. Aquellos estremecedores retratos dejaron atrás su perfil como fotógrafo de moda pero a él siempre le quedó el remordimiento de si había ido demasiado lejos por la crudeza de las imágenes. Irving Penn llegó a confesarle al marchante de Dick que él no lo hubiera hecho. Que viajó a Buenos Aires para fotografiar a Borges y este le recibió al día siguiente de la muerte de su madre con la que vivía y su rostro se mostró impertérrito. Que su modelo favorita fue Suzy Parker. Que su primera mujer Doe Avedon fue pareja cinematográfica de John Wayne. Que luego se volvió a casa esta vez con Evelyn Avedon. Que también sucumbió a fotografiar la tragedia de Vietnam. Que fue arrestado por desobediencia en una manifestación contra la guerra en Washington en 1972. Que llegó a fotografiar el catálogo de navidad de Bloomingdales desde una cama de hospital que se hizo instalar en el estudio por prescripción médica. Que sin su mentor, el director de arte Alexey Brodowitch, quizá se hubiese quedado “solo” en un fotógrafo publicitario. Que firmó el anuncio de Chanel número 5 con Catherine Deneuve y quien sabe si hoy el perfume sería un icono sin aquella imagen. Que aprovechó los elefantes utilizados para el rodaje de Trapecio (1956 Burt Lancaster) para fotografiar a Dovima (1,73) en la imagen más importante de la historia de la fotografía de moda. Y sin embargo la modelo murió en la indigencia sin siquiera tener una copia de aquella fotografía.
El libro cuenta detalles sobre las legendarias campañas para Calvin Klein con Brooke Shields (52) y Christy Turlington (49). Que fue The New Yorker, en los años de Tina Brown, el brazo armado intelectual de los Newhouse, el que le dio cobijo en su última etapa profesional. Que se enamoró de Egoiste, la revista “arty” de la francesa Nicole Wisniak. Que cimentó hasta la leyenda la imagen de Gianni Versace y demostró que el con el color también era Avedon. Que abrió un bar, el Mitzvah, y que para promocionarlo llegó a disfrazarse y actuar allí travestido. Que su retrato de Prince vestido de Versace es historia de la música. Que cuando viajó a Méjico para fotografiar al Nobel García Márquez una familia lo paró por la calle sin conocerle para que les hiciese un retrato. Y se lo hizo. Que murió sin funeral.
Mi relación con Avedon ha sido intensa. No tengo ninguna foto suya. Tan solo tengo una diapositiva que alguien debió despistar de un archivo y que pude comprar. Puro fetichismo. No pude conocerle pero te aseguro que su cuenta corriente si que me conoce. Cuando edité en España Harper´s Bazaar una periodista se encontró con la modelo Carmen Dell´Orefice (86), aún en activo, en un café de Madrid. La reconoció y entablaron conversación y me vendió la historia. Carmen le había contado que tenía en su casa una colección de retratos de Avedon y que nos los dejaba. Ni cortos ni perezosos concertamos una entrevista y no se nos ocurrió otra cosa que pedirle las fotos y publicarlas en la revista sin pedir permiso, pensando que Carmen tenía los derechos. A las pocas semanas la Fundación Avedon me llamó con el tono de voz que usan los generales en el Pentágono para hablar con los becarios para endosarme la factura. La broma me costó 10.000 dólares del ala, y de favor, porque conseguí que algún amigo influyente intercediera aludiendo que Rodríguez no era uno de los apellidos listados anualmente por Forbes.
En julio del 2014 me desquite y le propuse a la Fundación editar un número coleccionable con las fotos de Avedon en portada. Publiqué tres portadas diferentes con retratos memorables de Brigitte Bardot, Liz Taylor y Audrey Hepburn. Decidí embolsar la revista con todos los titulares impresos sobre la bolsa. Cuando quitabas la bolsa para leerla, la revista aparecía sin cabecera, ni logo, ni titulares. “Al marketing por ausencia de marca”, pensé yo. La pasta que pague por aquella acción es secreto de sumario pero puedo afirmar que la Fundación Avedon protege con puño firme el legado del fotógrafo.
Y para cierre la frase recogida en el libro que June Newton (94), excelente fotógrafa, y mujer de Helmut Newton le dijo a Norma Stevens la autora del libro: “la diferencia querida, entre tu y yo, es que yo me acostaba con Helmie y tú con Dick no”.