Que muchas parejas me perdonen por haber roto más de una cena íntima pero la flecha de San Valentín este año iba llena de amor… por los negocios. Como dice nuestro eslogan, “fusilado” a Mario Puzzo del guión de El Padrino, “Nada personal, solo negocios”. Forbes entregó, en sexta edición, su premio al Mejor CEO del Año y, agradecido, Josu Jon Imaz (55), ex presidente del PNV tras Arzalluz (86), fue a recogerlo de mano de su mentor, el catalán Antonio Brufau (70), presidente de la compañía. Galardonados otros años fueron Florentino Pérez, Pallete, Iñigo Meirá o Dolores Dancausa. Esta es la crónica de lo que escudriñé entre abrazo y abrazo y apretón y apretón de manos en mi función de anfitrión, editor y director de la revista.
Noche de gala para los negocios. La plana mayor de Repsol, sonriente, como si el premio también fuese suyo. Que lo es. Lo subrayó en infinidad de ocasiones el premiado. Los medios bien presentes, Daniel Gavela, cada vez más joven a base de tensar la cuerda editorial de una Ser que de vez en cuando te sorprende con unos minutos de literatura. “Aún nos queda mucho para mejorar…” La frase de Gavela, director general de la SER, sonaba bien frente a Javier Díez Polanco, hoy, entre otros negocios, consejero del Mediaset de Vasile y de Iberdrola Mexico. Periodistas como Miguel Angel Noceda de El País, dircoms como José Luis González Besada o Javier Ruiz, presentador del acto, que esta semana despidió el último programa informativo de Cuatro con “Sigan buscando la información, vienen tiempos cruciales”. El quién es quién de la cena fue muy potente. Fernando Ruiz (presidente de Deloitte), Adrián Elliot, (dircom de VISA), Alberto Durán (vicepresidente de la ONCE), Alejandro Martínez Borrell (presidente de Grant Thorton), Isabel Tocino (consejera del Banco Santander), Celestino García (vicepresidente de Samsung), Cheniu Mars (director general de Huawei), Cristina Henriquez de Luna (presidenta de GSK Pharma), Emilio López (presidente de Petronor), Victor del Pozo (CEO de El Corte Inglés), los abogados Jesús Mardomingo (Dentons) -enhorabuena por esas seis nominaciones a los Premios Max por la obra Lehman Brothers– y Cruz Sánchez de Lara (abogada), Gerardo Iracheta (CEO de Sigma Dos), Juan Galo (Engel & Volkers), Juan Ramón Pérez (CEO de Eulen), el incombustible y coleccionista de automóviles Marzio Villa (Diarsa) que ya prepara línea de joyas bajo marca propia, Pilar López (presidenta de Microsoft), Sara Blázquez (Dircom de Coca Cola)… e Ivan Redondo (Presidencia del Gobierno). Y lo dejo el último porque sobre Ivan sobrevoló (hoy parece viejo el comentario) la presión de sonsacarle cuándo convocaría elecciones Pedro Sánchez. Cada vez que alguno se lo preguntábamos o se lo sugeríamos, Ivan con pulso en la izquierda de Curro Romero nos daba una larga cambiada y se ponía colorado. A mí me dio por pensar que si se le suben los colores con el póquer lo va a tener difícil.
Brufau llegó solo antes que Imaz, sonriente y muy elegante. Traje a medida, gafas y corbata a juego en un verde esmeralda. Moderno y clásico al tiempo. Botines marrones de los buenos y un Rolex Submariner con la fecha viselada en la muñeca izquierda. Impecable.
Brufau leyó un discurso claro, rotundo, sobre sus notas personales apuntadas a mano con pluma (o quizá rotulador) negro. Estructurado en explicarnos a los presentes las bondades del Imaz ejecutivo y del Imaz persona. Todos nos reímos cuando describió la impresionante memoria de Imaz. “Lo sabe todo. Y tú piensas que exagera y te vas a internet a consultar y te quedas boquiabierto. Porque no solo lo sabe todo, es que todos sus datos son correctos”.
El discurso de Brufau fue brillante. Su capacidad de oratoria es excelente. Desde arriba sobre el estrado, entre la columnata del Salón Albéniz del Hotel Intercontinental de Madrid, se ven los gestos del orador y las caras atentas de la audiencia. Hay veces que alguien entre el publico me guiña o me sonríe pero no puedo establecer contacto visual ni devolverle el gesto a riesgo de que el orador se despiste y pierda el hilo.
Josu Jon Imaz -circula por las redes un vídeo con la sesión de fotos que le hemos hecho en Forbes– vino tan contento, casi saltarín, que el apretón de manos que me dio aún “me duele”. Brufau siempre socarrón, al entregarle el premio, tras el abrazo, me susurró: “Este no quiere que se nos olvide que es vasco y pega unos abrazos que nos va a romper una costilla”.
Imaz, de corro en corro, no hizo más que repetir con una humildad exagerada pero veraz que nos habíamos equivocado. Pedro J, con el que compartí traje de rayas a lo Capone, hizo reír a la mesa diciendo que “Josu Jon era un buen ejemplo de lo bueno de las puertas giratorias”. A lo que Imaz alegó “llevo más tiempo de ejecutivo que de político pero siempre se me recordará así”. Imaz lleva la política en las venas, cuenta de coña que cualquier día le sale por un poro que no vuelve ni para atrás.
Charlamos de catalanes y de vascos. Brufau se declaró rotundo admirador del carácter vasco e Imaz asintió entre buche y buche del tinto Marqués de Vargas de Pelayo, y recordó “pero que no se nos olvide que llevamos 1.000 muertos a nuestras espaldas!». Imaz tiene a la familia en Donosti y vive entre el País Vasco, el avión y los madriles. Brufau está en Madrid y hace fines de semana largos a Cataluña. “Los catalanes, el fin de semana nos gusta ir a Cataluña, Madrid al tercer fin de semana nos manda para casa. Cuando llevas tres fines de semana comiendo cordero…”
Pregunté por Venezuela y hubo la sensación, casi unánime, de que la situación corría el riesgo de cronificarse. Algunos de mis compañeros de mesa estaban muy sorprendidos de que Trump no manejase un plan B y plan C. Y también de que la Unión Europea se hubiese posicionado tan rápido.
Entre los corrillos, entre los trajes azules y las corbatas y los zapatos lustrosos, deambulaba, como el año pasado, Pedro Ruíz, chocando manos, saludando a todo aquel que quisiera escucharle que en televisión no le dan curro y que tiene multitud de proyectos. Tras la puerta giratoria del hotel, nada que ver con la que hizo pasar de la política a Imaz a la gran multinacional Repsol, el último modelo de McLaren, patrocinador de la gala junto a la aseguradora Deloitte y la inmobiliaria Gilmar. Sin ellos los negocios no serían personales.