Atención caza tendencias. El amarillo Kodak (Pantone 116 C) está otra vez de moda. Un vez más. Hace un mes dio mucho que hablar en el CES 2018, la Feria tecnológica de Las Vegas. Ahora que los teléfonos son cámaras, ahora que las cámaras de fotografías también te dejan llamar a tu madre el domingo para ver como anda del reúma, Kodak propuso una criptomoneda, el KodakCoin para que los fotógrafos vendan más fotos y también un software, el KodakOne, para que los millones de instantáneas que circulan por la red sin generar derechos de autor pasen por taquilla. Con el anuncio, aún en proyecto, la acción se triplicó y se disparó a los 15 dólares, eso sí la mitad de los 30 a los que llegó a estar. Cuando escribo esto, la Eastman Kodak Company, con sus 129 años de vida y sus más de 6.000 empleados, cotiza en poco más de 5 dólares. Sonrían al pajarito.
A los mandos figura Jeffrey J. Clarke que, desde 2014, tiene la misión de capitanear el consejo de administración. Formado en las filas de Compaq Computer y HP, Clarke lidera la nueva Kodak ya reestructurada y, lo que es más importante, en números negros. En su memoria de directivos queda el paso por la compañía del ingeniero español Antonio Pérez, que condujo sus designios en los años previos a la bancarrota a la que se acogió en enero del 2012 al amparo del capítulo 11 de la ley norteamericana de quiebras.
Consciente de que la competencia digital está a años luz de Apple o Samsung, y que para ser uno de los grandes necesitaría comprarse una máquina del tiempo, la compañía de Rochester sí que ha olisqueado bien la nueva tendencia analógica que crece. Kodak se ha vuelto a poner de moda y su logo te lo encuentras en las camisetas de Urban Outfitters y en los blogs más creativos.
La cultura analógica hace tiempo que reclama su espacio con puños de hierro ante el tsunami digital que nos revuelca. Es cierto que los principales ingresos de Kodak provienen del mercado profesional pero en el mercado analógico aún quiere pelea. Hace un par de años que Kodak comercializa de nuevo el legendario carrete Kodachrome (Paul Simon ha anunciado esta semana la retirada de los escenarios, así que este verano será el último en el que le escucharemos cantar en directo su canción dedicada al carrete de los “vivos colores”).
Kodak hace meses que invierte en devolver el Super8 al segmento más creativo de compradores, y ya comercializa película (Kodak Vision3, 39 euros por 2 a 3 minutos de película) y también una nueva cámara, diseñada por el suizo Yves Behar (50) y su equipo de FuseProject en San Francisco, para los amantes del cortometraje. Y se trata solo de comprarles la cámara (2.500 dólares de precio medio), si quieres puedes enviar por correo postal la película a Kodak, y encargarles el revelado, te lo procesan, lo digitalizan, lo dejan en una web y también te lo mandan de regreso revelado. Suena muy bien.
El amarillo Kodak es un icono en si mismo, como el naranja de Hermés o el azul Tiffany (Pantone 1837). Esta misma semana Louboutain ha perdido -ya no le quedan más recursos- los derechos sobre el rojo de su suelas. Desde luego que el amarillo no es exclusivo de Kodak, que lo usa también Acqua de Parma para sus perfumes y velas, National Geographic y hasta el Vaticano usa el amarillo, pero no es el mismo amarillo. Los baby boomers llevamos el amarillo Kodak en el corazón desde que en 1971 actualizase su logo al actual.
En la batalla analógica, que tiene unos códigos de marketing diferentes, más lentos que los digitales, Kodak ya se ha metido de lleno. Te aconsejo escuchar el podcast The Kodakery en Soundcloud, que narra las experiencias de los profesionales de la creatividad que usan sus productos. Recomiendo especialmente el dedicado a Iris Chyi, una profesora asociada en investigación de medios de la Universidad de Tejas que reflexiona porque 2.300 millones de seres humanos aún leemos periódicos. ¿Por qué están tardando tanto las marcas españolas en darse cuenta de la inmensa capacidad del podcast para afianzar relaciones con sus consumidores? La respuesta esta en las ondas, querido lector.
Merece también interés seguir a Kodak en redes; su blog va avanzando la hoja de ruta creativa de la marca, especialmente en instagram, donde amplifican el talento de la nueva generación que descubre ahora las posibilidades de sus productos. También tienen una aplicación, Reel Film (Films on Real Film), que te geolocaliza y te cuenta en qué cine proyectan cerca de donde estás filmes en formato película. La paradoja está en que si la utilizas desde Madrid se vuelve loca y te dice que te mudes de barrio. ¿Te acuerdas del ruido que hacía el proyector del cine cuando giraba la bobina de película de papel?
A la nueva leyenda de Kodak ayuda toda la memorabilia. Fotógrafos como Stephen Shore editó en 2005 uno de sus libros envuelto en la bolsa en la que Kodak le entregaba el revelado de sus carretes. Puedes encontrar uno firmado por Shore por 250 dólares en Ebay. Más económico, en torno a los 45 dólares, es Untouched (Steidl), también con portada de Kodak, el último libro del fotógrafo francés Guy Bourdin.
Y si de lo que se trata es de regalar alguna vieja cámara Kodak, las Instamatic originales se encuentran por 80 dólares, pero las primeras Brownies, tal y como fueron comercializadas, pueden rondar en buen estado los 1000.
Un consejo más, si te decides por positivar en papel, en Madrid te recomiendo darte un garbeo por los Laboratorios Movol, donde retocan e imprimen los profesionales. No te será difícil cruzarte con ellos cualquier tarde. Antonio te ayudará a positivar tus imágenes. Antonio es masajista de vanidades, todos los que se sientan delante de su photoshop son artistas y él cuando revisa sus fotos, cuando revisa las mías, que positivo en papel Hannemuller (425 años de historia), él se hace pequeñito y te echa algún que otro piropo a esa foto casual que disparaste desde el taxi. Y te vienes arriba.
Y por último una de esas cosas que conviene desmentir. Linda Eastman, conocida para los amantes de la música pop como Linda McCartney (Wings), nunca tuvo nada que ver con la familia Eastman. Uno de esos bulos que regresan cada cierto tiempo como ahora lo hace el Super8.