Glenda Bailey se despide de Harper’s Bazaar. Hay titulares que igual da que se lean de adelante atrás que de atrás adelante. Este es uno de ellos. El bazar de moda de los hermanos Harper al que tuvieron que ponerle dos “aes” para poder registrarlo, el que se considera el único competidor de Vogue (la que se considera la aristocracia de la moda impresa) deja marchar o invita a marcharse a su directora de los últimos 19 años.
Sé de buena tinta, y lo sé porque fui yo el que me jugué los cuartos para traer la revista a España en 2005, que Hearst lo había intentado mucho antes. Bailey, hubiese caído ya al panteón de ex directores de no ser porque su rival Conde Nast, con S. I. Newhouse a la cabeza tenía apuntalada a Anna Wintour (70). Supongo que se habrá dado cuenta el lector que el look de la Wintour (que en la Wikipedia aparece con el oficio de “escritora”) no es una cuestión de gustos, sino que es el perfecto para camuflar su edad ante las cámaras. Con la muerte de S.I. nadie ha sido el valiente de enseñarla el camino del futuro.
Glenda Bailey (61) encarna el prototipo de directora de revista femenina a la antigua usanza. Tótem del periodismo y las relaciones públicas que a los americanos les gusta “alquilar” en el Reino Unido, como si ellos no generan cabezas pensantes para dirigir y dirigirse a sus audiencias, y una directora inglesa tuviese un pedigrí extra. Y quizá sea así. El nuevo mundo, rico y orondo, tira de dinero para comprar las raíces del viejo, decadente y aislado ahora por el brexit, que lo conquistó enviándole a sus emigrantes mas desfavorecidos a pelear calle por calle en Manhattan con holandeses, irlandeses e italianos como nos contó Scorsese
Bailey que dirigía la revista desde 2001, nacida en Derbyshire, siempre miró con reojo a su colega, Justin Picardie, directora del Bazaar inglés y también de la aristocrática Town and Country. No arriesgo mucho si anuncio que bien podría ser su sustituta.
Su legado, un excelente libro Bazaar, Greatest hits, firmado a medias con su asistente creativo Stephen Gan (padre de V Magazine), que tiene algo de tramposo porque recoge las producciones de moda más artísticas, las que no se atrevieron a publicar en la portada de quiosco, un poco lo que debería haber sido y no fue con el objeto de justificar que, aunque vendamos perfumes, también diseñamos alta costura.
He tenido la oportunidad de trabajar con Bailey durante el lanzamiento de Bazaar, que ahora en su edición española regala Esquire en un dos por uno para ver si sus datos de ventas se estiran como los brazos de Fido Dido o se ve regalada junto a Elle en un «quítate tú que me pongo yo difuminando las diferencias entre ambas voces». Bailey es muy muy inglesa. Tozuda. De ideas claras.
Aún recuerdo una vez con su chófer cómo me contaba, con pelos y señales, que no sería elegante reproducir, como la Bailey se despelotaba en la parte trasera para ponerse el traje de la marca del desfile al que iba en Milán o Paris. La escena, de haberse filmado, habría dado a Robert Altman materia prima para Prêt-À-Porter 2.
Durante años Glenda Bailey estuvo arropada por David Carey que dejó la presidencia de Hearst Magazines tras ocho años para dar paso a Troy Young que, como no podía ser de otra manera, ha hecho de la palabra digital su tarjeta de visita. Carey ha regresado a Hearst hace apenas unas semanas como Vicepresidente Senior de Public Affairs y Comunicaciones, pero ya no tiene bajo su batuta la elección de los directores de revistas.
La marcha de Bailey es la última tras la marcha de Joanna Coles y de Jay Fielden. ¿Cada cuánto debe cambiar un editor a sus directores? La respuesta es… cada vez que esté convencido de que el negocio no va a crecer con él.
Bailey continuará trabajando para Hearst como consultora que es la estrategia que usan los americanos para retener el talento uno o dos años, y “atar” los enfados de los directores cuando se los sustituye. Todos aceptan.
En su haber, una cercanía campechana típica de la campiña inglesa, en su debe, algunas manchas como haber continuado contratando al fotógrafo Terry Richardson tras las numerosas denuncias de abusos sexuales en su contra. Aún no se ha anunciado a su sucesora pero estaré atento, haber editado esta revista durante cinco años implica la condena de que siempre se la mira de reojo y con cariño.