¿Ha llegado el ‘delivery’ para quedarse?

Escribo esto a dos manos. No tengo más. La víspera del festivo San Isidro, por imitar al santo labrador, por dejar que los bueyes me arasen y no cocinar, me lancé a los brazos serviciales y costosos de la diosa “Delivery” y pedí comida gourmet en casa. Me lo trajo el todopoderoso Uber, que si le pides que te lleve al aeropuerto te dice que no montes sin mascarilla, pero si trae papeo a casa con UberEats no te da por saco.

La palabreja “delivery” se las gasta, es como el cangrejo azul ese que se está zampando el Delta del Ebro. Muy buena pinta con sus zarpas azuladas pero todo un hijo puta, un invasor. El “delivery” es el servicio a domicilio de toda la vida. Juntas menos letras y quedas mejor si le gritas a tu chica mientras se ducha: “Nos hacemos un delivery nena”, que si le preguntas si pedimos algo de comida a domicilio, que seguro te quedas como la mujer de Lot, sin respuesta hasta que se seque el pelo (y ya sabes que eso es dentro de al menos dos horas).

Invoco al cancerbero del lenguaje Álex Grijelmo (64) para protegernos, porque como cada palabreja guiri que tenga menos letras que las nuestras le arrebate una al diccionario de Doña María Moliner, el ecosistema se va a degradar tanto como el Delta del Ebro.

Hay que estar en el tomate. Que sepa el lector que antes eras un indocumentado si no hablabas en tu conversación de la pobre chica de Unorthodox, ahora estas demodé si no cuelas un “Kapo ya sirve en casa” en tu Zoom, “hay que ver que guay lo de Gofio -cocina canaria de una estrella– en el Hangout (pronúnciese a lo Pepe Bono (69) “janaut”).

Aquí te dejo algunas frases para que le pierdas el miedo, desde Madrid claro, para el “postureo gastro” y te garantizo que si las cuelas triunfas. “Yo ya he probado el De la Riva, pero lo que más me ha gustado ha sido lo que están haciendo ahora en Chifa”. “¿Te acuerdas aquel filetón que nos comimos en La Ancha cuando me contaste que te ibas a divorciar? Los llaman ‘Armandos’, pues ahora te lo mandan igual, pero claro lo fríes tú”. La lista de comentarios, eso sí, debe ser geolocalizada para cada ciudad de más de 20.000 habitantes.

Una reflexión, el “servicio a domicilio” implica ser servicial, el “delivery” no, tan solo hace referencia a que “nos llegará”, a “que nos lo pondrán en casa”. Y otro matiz que no es menor, su naturaleza de “servicio” lo emparenta con otros servicios, por ejemplo “el servicio de limpieza”, porque hay que ver como se te queda la mesa tras el “delivery”, que es como para sacar a las gallinas a que se den un festín. Gallinas criadas en libertad claro está.

La nueva palabra de moda en la hostelería se llama “reinventarse”. Ya no basta con inventar, con inventarse, ni siquiera con invertir en tu invención, hay que reinventarse hay que reinvertir. Hay que endeudarse, hay que “reendedudarse”.

Se agradece y mucho cómo se lo están pensando todo. Para los amantes del papel las bolsas, los envases, las pegatinas, el tarjetón, alivian bastante la sensación de no poder cenar fuera.

Yo he visto a mi compañera de cena sonreír al ver las bolsas del pedido y pensé en lo que bautizo “el efecto bolsa de Hermes” que consiste en comprar en Hermes un jaboncito pequeño y pedir una bolsa grandota por favor, y pasar el día paseando la bolsa por tu barrio. Te vienes arriba.

Pronostico envases de autor. Os paso algunas ideas. «Disfruta de la colaboración entre David “Diverxo” (40) y Jaime Hayón (46)», u «Óscar Mariné (69) debuta en el mundo del “delivery” junto a Horcher para actualizar su propuesta en casa». Atención a las agencias de comunicación que como decía el mexicano de Orlando: ¡Aquí hay tomate!

¿Ha llegado el servicio a domicilio en la restauración gourmet para quedarse? Se quedarán los mejores, los que ofrezcan un producto único, aunque sea caro, y los que ya estaban, los de la comida mala pero que una noche para ver Los Goya miras para otro lado y te pones tibio de glutamato. Ni me quiero imaginar Los Goya con mascarilla. Bueno, el teatro siempre convivió con las mascaras.

Otra cosa es que sea rentable, que sea sostenible, que los aficionados seamos capaces de asimilar tanta oferta y no nos pase como a todos los grupos que grabaron un single en los años de La Movida, que hoy sólo conservan sus allegados y sus ex.

Te recomiendo vestirte para el “delivery”. Si sigues, no ya en pijama, sino en los mismos pantalones de pana que te pusiste el día que Simón (56) se atragantó con la almendra, malo.

El jueves cenamos a cuatro manos un menú degustación del Cuatromanos, el nuevo proyecto “de autor” de Ramón Freixa (49) y Paco Roncero (51). Cuatro estrellas, cuatro manos. Yo pedí cuatro platos. Todo a la par.

Me aprendí el nombre del transportista. Me gustó que fuera ciclista. Cuando le abrí la puerta sentí que nos conocíamos, cuando la cerré, no sé por qué, pero le imaginé pensando: “Éste vive cerca de Nuñez de Balboa, será un ‘Cayetano’ cabrón al que no le gusta cocinar porque usa las cacerolas para otra cosa”.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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