El Hotel Bristol de París tiene gato encerrado. Se llama Faraón y se pasea por el hall de este cinco estrellas con la elegancia del que se sabe propietario.
En recepción ya cuentan con que les vas a preguntar. En recepción, si preguntas por el dueño -del felino me refiero, no del hotel-, te dicen que no saben si Faraón es el dueño del hotel o si el dueño del hotel es el propietario del gato. Digo yo que al menos el veterinario debería saberlo…
Faraón se mueve a su libre albedrío por todo el local, excepto por las habitaciones, donde no se le está permitido entrar. En ningún caso. El Bristol no ofrece el servicio de «gato que duerme a los pies de tu cama». Faraón está limpísimo, luce pelaje aristocrático y es muy simpático verle estudiar las prisas de los turistas con una indiferencia de bigotes. Me da por imaginar que le comprarán su comida en Fauchon (Epicerie Fine), pero se que todo es marketing.
Faraón (aquí tuvimos a Lola Flores) es un gato con mucho arte. El mismo que tiene el director del Bristol de mantenerlo allí, para que huéspedes -como yo- no olviden nunca esta anécdota y recomienden a amigos y lectores alojarse allí.
Ya hechas las presentaciones, propongo revisar la escena del jazz de Los aristogatos, y lanzarse al Pompidou o al Louvre a recargar la mirada, a masajear la sensibilidad.
Le Bristol. Paris.
112 Rue du Faubourg Saint-Honoré, 75008 Paris (33 1 53 43 43 00)
Carta publicada en L’Officiel Art por Andrés Rodríguez