Es un arma de construcción masiva, un sonido gutural en la oscuridad, un empujón de esos de patio de colegio, el brote armónico de una hortensia en primavera y un millón de cosas más que nunca cabrían en esta página. Es una recién llegada y ya tiene a todo el mundo bailando a su alrededor. No la conozco. Nadie me la ha presentado. No sé qué cara tiene. No sé cómo se llama. Solo sé dónde vive y cómo canta … nada más. Lo que sí sé es que el mundo es suyo. No es de los ricos esos de Forbes, ni de los flashes brillantes de la pasarela de Nueva York, ni de las portadas del ¡Hola! que llegan a la hemeroteca con la lengua fuera.El día en que sus ojos enfoquen bien, el mundo se enamorará de su mirada. Y yo también. No tiene nada que ver conmigo, pero me rindo ante la potencia de sus planes, ante la ilusión de su llegada.Vive en frente. Tiene apenas veinte días y cuando su llanto agudo cruza mi puerta en el silencio de la mañana me empuja a creer que la vida es maravillosa. Es mi nueva vecina. Ella sí que es poderosa. Porque puede cambiarlo todo. Porque acaba de llegar.
Carta publicada en L’Officiel por Andrés Rodríguez