El columnismo de batallitas es como la guerra en el Risk, fuegos de artificio. Una vez pedidas las debidas disculpas aprovecho la batalla de estiércol entre el “Mainatgate” y el culebrón Bosé para recordar como se nos ocurrió embarazar a Miguel Bosé (64) en la primera portada de la última de las vidas de la revista El Gran Musical.
Aterricé en Gran Vía 32 en septiembre del 94 tras una temporada aprendiendo al lado del incombustible Pino Sagliocco (61). Fueron seis meses memorables dedicado a la comunicación del rock de estadios: Prince, Guns N’Roses, Metallica, Depeche Mode, Michael Jackson, Whitney Houston… cientos de miles de personas rugiendo a tus espaldas. Miles de millones de pesetas en juego. Ni te imaginas cómo suena el teléfono cuando todos llaman para pedir invitaciones, ni lo que es estar en el foso de fotógrafos cuando se apagan las luces y Michael Jackson sale a escena. El rugido de la marabunta debe ser parecido.
Aquel otoño en la Cadena SER tenían una patata caliente, la revista El Gran Musical, dirigida con mano comercial férrea por Rafael Revert pero que daba tumbos editoriales. El programa continuaba como estandarte dominical de la emisora y era rentable, pero la revista se gestionaba como impuesto publicitario y eso no era sostenible. La revista había nacido el 1 de abril de 1969 fundada por Basilio Gassent, Tomás Martín Blanco, Revert y Luqui.
En su primer número el tema de portada incluía los consejos que Massiel le daba a Salomé para ganar en el Festival de Eurovisión que ese año se celebraba en el Teatro Real. La revista murió en mis manos en noviembre del 95. La revista cumplía 29 primaveras yo tenía 30 castañas.
Con Canal + al alza y sus programas musicales in crescendo bajo batuta de Juan Cueto, el quincenal acabó en una triangulación extraña en manos de Progresa, la editora de revistas de Prisa que, tras haber cerrado el semanario El Globo, andaba desnortada. Cueto le encarga el proyecto a José María Besteiro, hoy CEO de Galiwood, entonces director de musicales del canal de pago. Ignoro si para quitarse la revista de en medio o porque Cueto creía que eso tenía solución. Aquel nuevo impulso se anunció en diciembre del 93 para nacer en febrero del 94.
Besteiro, que me conocía de aquel verano de los bolos, sabía mucho de producción televisiva pero no tenía experiencia en revistas. Me pidió un proyecto un viernes para el lunes siguiente. Y le entregué un cuaderno con un proyecto que proponía transformar el quincenal en mensual, un diseño nuevo y una línea editorial entre The Face y Q. Q cerró este año y The Face resucitó también este año. Lo engulló con cariño, lo presentó en la SER, se lo contó a Juan Cueto y le nombraron director, pensando que podría compaginar su trabajo en el Plus con el lanzamiento de una revista nueva. No fue fácil porque la industria era la misma, las audiencias diferentes y los lenguajes muy distintos.
Y ahí apareció Bosé. La idea tenía poco de original, estaba copiada de la portada de Vanity Fair en la que Demi Moore aparecía embarazada semi desnuda. Fueron años de potencia mediática de la cabecera de Conde Nast bajo la mirada de Annie Leibovitz que había dejado Rolling Stone y la heroína al mismo tiempo y se había entregado a los millones de la familia Newhouse.
Javier Angulo y José Besteiro le encargaron el diseño de la revista al catalán Alfonso Sostres, muy hábil en el estudio gráfico pero nada habituado a diseñar publicaciones, y con serios problemas de adicciones en aquel momento. Sostres nunca llegó a entregar más que cuatro o cinco páginas, fue rediseñando sobre la marcha y sobre la montaña rusa en la que iba montado.
La decisión de apocopar la cabecera para hacer desaparecer El Gran Musical, que entonces presentaba aún Joaquín Luqui y convertirla en EGM fue un acierto y su suicidio al mismo tiempo. Al Estudio General de Medios, que aún entonces era el referente para la medición publicitaria, la idea no le gustó un pelo y nos hizo luz de gas.
Una tarde del año 1994 Bosé aceptó posar en la portada con una falsa calva de plástico y un barrigón bajo el título “Bosé quiere ser Mamá”. La portada llevaba una campaña de publicidad en el diario El País. Según se publicaron los primeros robapáginas, las cartas de los lectores empezaron a llegar protestando. Se lió una buena y la campaña se detuvo. No sé si fue aquello, pero la revista nació tocada. De la entrevista se encargó Ángel Antonio Herrera, que entonces despuntaba como la pluma a la que Umbral hubiese deseado entregar su testigo.
El impacto de la portada de Bosé se esfumó a los pocos días. Presentamos la revista en una fiesta claro, y desbarramos con siguientes números como Javier Gurruchaga disfrazado de condón “El hombre con Don”. Aquello no tenía mucho que ver con las propuestas de retratos psicológicos de Leibovitz, ni tampoco con su presupuesto de producción.
Besteiro discutió con “la sexta” que entonces no era una televisión, sino la planta de Prisa en la Javier Díez Polanco tomaba la decisiones como director general, con buen criterio y mano firme. Y me quedé al cargo de la revista, primero en interinidad y luego ya nombrado. Aquel EGM duró dos años más, y se cerró casi en empate financiero. Aún circulan por las casas una colección de cds que edité junto a Mario Pacheco, Los Jóvenes Flamencos que divulgaron de manera masiva (tirábamos 60.000 ejemplares mensuales de revista y cd incluido) la mezcla flamenco y fusión que Nuevos Medios puso en el mapa.
Las cuentas de la revista podrían haberse mantenido, pero el equipo publicitario de Prisa no estaba por la labor de pelear contra el EGM, la línea editorial cercana a The Face no era fácil de comprender y Progresa no estaba para riesgos. Por allí pasaron en la dirección de arte Mikel Garay, hoy al frente del Museo del Prado y Ricky Dávila en la edición gráfica, ese año Premio Ortega y Gasset de Periodismo.
Más que la portada de Bosé de actualidad hoy porque su deseado embarazo mediático 26 años después le sigue y seguirá dando problemas, quedan en el imaginario la primera portada de Los Rodríguez, la gran portada de Jordi Socías con Mano Negra en el Parque de Atracciones y un portadon ilustrado por Óscar Mariné sobre las manoseadas “tribus urbanas”. Su última portada retrataba a Antonio Carmona en la que ha sido sin duda la mejor portada de Ketama de su carrera. Todas disponibles en la gran universidad del siglo XXI, Ebay.