En la sfilata uno tiene el culo tan pegado al otro (en los desfiles de hombre el problema por razones de anatomía es menor) que se escucha de todo. Desde la Semana de la Moda Hombre de Milán, en un junio aún sin mosquitos, resumo algunas de las conversaciones que pueden escucharse antes y después de que se enciendan las luces. Si el Papa se ha quejado de que sus purpurados hablan mal de él a sus espaldas, el front row parecen las tomas falsas de Sálvame. Aquí recibe, en la acepción pugilística del término, todo el mundo. ¿En que idioma? Da igual. «Tu vuò fà l’americano… but you born in Italy».
¿Malpensa o Linate?, es siempre la primera pregunta. “Que va mi amor, Bérgamo, la editorial está tiesa y nos busca el vuelo más barato. Pero mira que se lo advierto, que es una tontería porque luego el taxi cuesta 100 euros”… explica en la puerta del desfile de Emporio Armani el director de moda de un suplemento. «Pero si hay tren directo, hombre…» contesta la asistente de otra revista. «Buff… ¿con la maleta?… pero si llevo look preparado para los cuatro días y no la puedo ni arrastrar. Espero que no me cobren sobrepeso a la vuelta, que eso no lo puedo pasar como gastos». La vida ambulante de los ‘desplazados’ a las semanas de la moda puede llevar a la bancarrota a cualquier novato del periodismo de tendencias. O bien se arruina porque pasa mal los gastos o bien se arruina porque se compra de todo. Se arruina seguro.
“¿Fuiste a PITI Uomo? Si claro, vine en tren ayer, qué calor hace en Florencia… pero vimos buenos looks, parece que se anima la cosa…” contesta el responsable de moda de una de las revistas masculinas que más publicidad tienen. “A ver si invierten”. “A mí los de Ferragamo”, responde una de las pocas mujeres en la Semana de la Moda Hombre, directora de moda de una revista mensual, “me han prometido una doble (de publi)”. Tensión en el frente. En Milán se puede hablar de todo pero, cuando hablas de pasta, todo se tensa. “¡Pues te han engañado guapa!, sé de buena tinta que se han cargado todo el print. Only digital es la consigna, como yo que soy también only digital y only lo que haga falta, Only the lonely”.
En Milán, en la Semana de la Moda, hay que usar chófer. De lo contrario no llegas a nada. Por eso es fácil escuchar año tras año, temporada tras temporada, el mismo mantra: “¿Donde está el driver? ¿Dónde esta el puto driver?”. “Ah pues a mí me cae bien. Me gusta la música que pone”, responde uno de los desplazados. Siempre hay discusión para ver si se le perdona la vida al conductor o se le condena a no ser llamado nunca más, algo que al conductor le importa un pimiento. «Yo en la próxima lo cambio… (esta frase demuestra quién es el que manda en la furgo». El lector puede deducir que el que manda en la furgo es entonces el que manda en la moda, y al que los relaciones públicas le van a doblar más el espinazo y enviar la tarjeta de descuento con el 30%. No hay más descuento. Siempre es el 30%.
Cuando la espera para el desfile dura mucho salen otros temas de conversación. Los directores de moda se meten a directores de marketing y les da por pensar en el “retorno”. “Lo de los influencers es un bluff… dime cuántos de sus likes se traducen en compras”. Aparecen las vacaciones. “¿Vas a Formentera? ¿Sabes que Miguel del Beso Beach abre un nuevo chiringuito en el puerto? Se llama @ROTO pregunta uno. “No, yo Ibiza no lo piso. Solo para el ferry. No soy nada clubbing”, responde su amigo al que luego “apuñala” por la espalda porque hoy se ha vestido… “como una puerta”. “¿Has visto las maxizapas de fulanito?, oigo desde la fila de atrás. “Se las habrán regalado. Aun no las venden en Mr. Porter y ya las lleva. Se las dan para que las lleve en el desfile y luego nos lo sientan enfrente para que lo veamos. ¿Sabes cuántos seguidores tiene?”, le responden. “No. Mira… vaya no hay red, el wifi en los desfiles es una pesadilla. Mucho look pero poca red”.