Chet Baker, los ingredientes de un mito en crecimiento

Dentro de una semana, el domingo 13, se cumplirán 30 años de la muerte del trompetista Chet Baker al que la muerte dejó tirado frente a un hotel de Amsterdam a las 3 de la madrugada en 1988. Como mueren los adictos, como mueren las leyendas que vivirán siempre. Pero…¿qué hace que unos mitos crezcan y a otros los olvidemos? Su legado desde luego nos sirve para “juzgarlos” pero no basta con su huella…. tiene que haber algo más. A continuación un resumen de los ingredientes que hacen que la leyenda de Chet Baker crezca cada madrugada a las 3 de la mañana un poquito más. Y no parece tener fin.

Hacer el amor escuchando a Chet Baker es garantía de conexión. Ya lo sabe el lector, pero sino ha de probarlo. No es el único. El bahiano Caetano Veloso también garantiza seducción inmediata en la penumbra, pero Baker funciona para el ronroneo se escuche uno de sus instrumentales o aún mejor, mucho mejor, cuando se le escucha cantar en su Chet Baker Sings (1954). En 1966 tras perder varios dientes en un atraco Baker tuvo que aprender a tocar la trompeta y a cantar con dentadura postiza. Si escuchas con detalle sus grabaciones a partir de entonces veras que la dicción no es la misma. Pero este detalle no tiene por qué estropearte tu sábado de pasión.

Baker es muy guapo. Guapísimo. Era guapísimo. Su mandíbula cuadrada, uno de los requisitos de la masculinidad clásica, es parte imprescindible de su fotogenia. Y aquí tenemos que detenernos. La fotogenia de Chet Baker es sobrehumana. Ríete tu de Steve McQueen o de Brando. Si a eso añadimos la mirada del fotógrafo William Claxton (Pasadena, California 1927/2008) Baker hubiera sido famoso solo por su manera de aparecer en las fotografías, aunque hubiese desafinado, aunque nadie le hubiese ofrecido un día cantar algo. El libro imprescindible de William Claxton se llama Jazz Life, su primera edición en Ebay ronda los 600 euros pero Taschen lo reedita cada año por apenas 70.

Hay algo más. Hasta mediados de los cincuenta el jazz era negro y se grababa o en Nueva Orleans o en la Costa Este, en Harlem. Baker y Claxton nos enseñaron el jazz soleado de Los Ángeles, en sus coches descapotables y sus playas de ensueño.

La heroína, el opiáceo que mata es uno de los grandes forjadores de leyendas. El jazz y la heroína siempre se llevaron bien. La heroína y su tragedia, que de alguna manera rondaba a Baker en su muerte a los 58 años en Amsterdam, lo abrazó con el malditismo de los inmortales. El fotógrafo Bruce Webber, hoy agazapado tras las acusaciones de abusos sexuales en las que también se vio envuelto Mario Testino, dicen que gastó un millón de dólares para la grabación de Let´s Get Lost (vamos a perdernos 1988), un documental imprescindible para comprender al Baker adicto, de mirada huidiza, capaz de cualquier humillación por una dosis, pero tan, tan seductor, tan atractivo. Ignoro si Weber tuvo que pagar a Baker para que se dejara rodar. No sería extraño. No se lo pierdan. Aunque no les guste el jazz. Aunque Chet Baker les parezca un nombre para intelectuales con gafas negras. Vean Let´s Get Lost, solos, en pareja o en familia y la heroína no se acercará nunca a sus vidas, pero a lo mejor les da por comprarse una trompeta. Si buscan una trompeta para iniciarse en el sofá las Yamaha YTR-988 está en Thomann, la mayor tienda online de instrumentos en poco más de 6.000 euros.

Chet Baker podría haber sido actor o modelo. Te recomiendo ver en You Tube su concierto en Holanda en agosto de 1975. Es difícil ser más cool con una camiseta de rayas y unas gafas de sol cuadradas. Sus grabaciones ya son de dominio público y con esa puerta a sus derechos recién abierta Distrijazz y el equipo de Jordi Soley, uno de los mayores coleccionistas de jazz de Europa, acaba de editar una caja antológica Chet Baker Portrait in jazz by William Claxton, 18 cds que puede ser tu puerta de entrada a su discografía. Pero si como Jordi, o un servidor, eres un arqueólogo de las viejas grabaciones y un adicto al coleccionismo, en Ebay puedes gastarte tu plan de pensiones en un acetato original de 1955 por algo menos de 3.000 dólares, o el catálogo fotográfico de la película de Weber por 750.

Alrededor de Baker hay también intentos fallidos de ordeñar dólares a la leyenda. Su biografía cinematográfica protagonizada por Ethan Hawke (@ethanhawke) te la puedes saltar. Primero tienes que ver el documental de Weber. Si andas despistado lo mismo has escuchado a Chet Faker y te estás confundiendo. Faker es un músico y dj australiano con cierto renombre en el circuito de la electrónica y el trip hop, aunque ahora parece haber renunciado al apodo. Y también hay intentos que a priori parecerían descabellados y a mi me parece que funcionan. Encontrarás en la red un álbum con los grandes éxito de Chet Baker sobre una base de baile. Pues a mi me gusta.

Si el documental te pica la curiosidad, mi consejo es que no te empaches, la música de Chet Baker es como la lluvia fina, da mucho gusto cuando te moja la cara. Si avanzas Reservoir Books acaba de rescatar la biografía publicada por Knopf en los noventa, Deep in a dream. La larga noche de Chet Baker de James Gavin.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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