Así nos ve la revista Monocle

El faro del estilo de vida inteligente, herramienta editorial del periodista canadiense Tyler Brulé (54), eso es la revista Monocle nacida en 2007, tras la venta de Wallpaper. No es la primera vez que apuesta por España, pero si la primera que pasa su criba a todo el país y lo empaca en una guía. Spain. The Monocle Handbook (222 págs.) es el segundo título de la colección de libros que inauguró el vecino Portugal y que promete, claro, más países. Hoteles, comida, diseño: redescubre España con esta perspicaz guía, promete el subtítulo. Perspicaz: «Dicho de una mirada aguda» así define la Real Academia Española la palabra. Y de eso se trata, de elegir lo que merece la pena ser incluido de esta España de naciones según el criterio de los colaboradores de Monocle, que para entendernos son cosmopolitas, blancos, pijos y anglos. Son todo lo contrario de un mochilero de Lonely Planet.

Estas son algunas de las cosas que les molan de la piel de toro a esta tribu chic, liderada por Andrew Tuck (que también dirige la revista), en una guía cuya portada la comparten unas gambas y una caña, y el Centro de Investigaciones Artísticas de Xavier Corberó en Esplugues. En la contraportada aparece la recepción de Torres Blancas de Oteiza, un chiringuito en la playa, el Hotel Alfonso XIII de Sevilla y una de mis tiendas favoritas de Madrid, González y González de Javier y Maria Rosa González. La guía la edita en todo el mundo, y en todos los canales, la independiente Thames & Hudson, fundada en honor a los ríos Támesis londinense y al Hudson neoyorquino.

¿Dónde me quedo a dormir si no me gusta casi ningún hotel? Cap Rocat, el icónico hotel mallorquín, propiedad del arquitecto Antonio Obrados, autor de las casas de Claudia Schiffer y Michael Douglas en Mallorca, es la primera recomendación que aparece, aunque no está al alcance de todos los bolsillos. Le siguen claro lugares especiales donde el buen gusto y la calma te arropan al dormir, como el Six Senses en San Joan (Ibiza) del arquitecto y propietario Jonathan Leitersdorf; Casa Nereta en Cadaqués; La Bionda de Carla Lloveras en Begur o la Hacienda Cuatro Ventanas de Alberto del Hoyo en Tenerife. En Menorca el Hotel Experimental y en Mallorca, de nuevo, el rural Es Raco D’Arta de Antonio Esteva y de Jaume Danús. Son muchos más, Atrio o Can Bordoy, yo me he apuntado Casa Josephine en Sorzano (La Rioja) de Íñigo Aragón y Pablo López Navarro y volver a Casa Bonay de Inés Miró-Sans.

Detrás de este tipo de ofertas, tras esa nueva España que seduce a los viajeros más exquisitos, profesionales de la hospitalidad como Pablo Carrington(Marugal) o el arquitecto Javier Cortina (Serawa Hotels) aparecen también en la guía.

¿Dónde como si la guía Michelín me empacha? ¿Qué bebo a mí edad? Preguntas que también se responden. Bien dormidos hora de alimentarse, aunque nombrarlos a todos es imposible. No sorprende la recomendación de Gresca en Barcelona, el restaurante del chef Rafa Peña, con ayuda de Toni Segarra y Lluis Cuesta, también instalado en el Santo Mauro en Madrid. También en Barcelona: Fonda Pepa o Baldomero. En Valencia el clásico arroz en La Pepica de Pepe Balaguer, el Ostras Pedrín -también el Madrid- o La Playa de Moda. En Córdoba el Noor de mí amigo Paco MoralesTapas Chef Of The Year 2017. En Andalucía se olvida de Mareantes de Rafa Zafra pero se acuerda la guía se acuerda en Sevilla de Las Teresas, El Pimpi o La Cosmo en Málaga. En Madrid, el resucitado por Diego García Lhardy, el Josefita de Sol Pérez-Fragero o La Parra. No falta el País Vasco claro, en Donosti el Ganbarra y Rekondo; Gure Toki en Bilbao, el Casa Marcial de Nacho Manzano en Asturias. Lástima que el Es Xarcu en Ibiza de Caridad Cabañero y su marido Mariano Torres, incluido con tino, haya tenido que cerrar por un problema de licencia. No se preocupe el lector. Ya andan maquinando que hacer.

De bares también se vive. Mencionados andan el Gota en Madrid de Fede Graciano o Savas, el Balius en Barcelona, el Gran Martínez en Valencia y claro, el Cock en el foro. Siempre el Cock.

Y de postre, La Duquesita. 

¿Qué me llevo para mi casa museo? Si es invierno unas mantas de Ezcaray o los textiles de Ábbatte de Elena Goded y Camilla Lanzas. Da igual la estación, siempre Santa y Cole en este año que nos falta Nina Masó. Sargadelos desde luego, en Cervo; los trenzados de esparto de Javier S. Medina; cualquier cosa elegida por Pepa Entrena en Cocol en la Plaza de la Paja; una buena boina vasca en Casa Ponsol en Donosti; Sportivo en Conde Duque para vestirse… ¿y como diablos falta Mini de mi amigo Óscar si es la tienda que más mola de Europa? Se acuerdan de Oteyza, en el antiguo supermercado de la calle Conde de Xiquena, y de Castañer. Y menos mal que para los clásicos sí que incluyen Man de Olga y Carlos Castillo. Es fácil que me encuentren por allí cualquier tarde de paseo en busca de algún fular o una americana.

Se fija con picardía la guía en regalos que son muy nuestros, los cuchillos de Pallares Solsona, una buena bolsa de pipas Emilio Árias con su legendaria bolsa amarilla, una botella de vermut Lacuesta, chocolate Jolonch, turrones de Casa Mira, ginebra de Mahon o un buen paquete de arroz bomba. Y merece la pena resaltar que se han fijado en la propuesta del proyecto de Carlos Zamora con El Super de los Pastores.

¿En qué Museo me hago un selfi? Alguno se le pasa a Monocle porque el papel tiene la virtud de que es finito. Y porque El Bulli Fundation aún no ha abierto cuando se cerró la edición, pero no falta el Dalí en Portlligat. Ni el Chillida Leku, ni la Fundación Joan Miró construida por Josep Lluís Sert, ni el híper fotografiado Guggenheim. Ni lo ultimísimo de la Hauser & Wirth de la Isla del Rey de Menorca o el Museo Helga de Alvear en Cáceres.

Para hacerse un selfi urbano y menos manoseado, la tienda de revistas Paperground de Madrid de la periodista Marguerita Visentini y del fotógrafo Asier Rua y su «hermana» la librería Terranova en Barcelona. Para autoretratos con edificios, el que siempre sale, y aquí también claro, es La Muralla Roja en Calpe -y no se cuenta que los vecinos están hasta el bonete de los peregrinos modernos-; la enseña de Gaudí Casa Vicens en Barcelona; claro, Torres Blancas, que vive un nuevo esplendor, aunque siga gris y no nívea. Y hay algunas desconocidas como la central de la SGAE en Galicia o el Santuario de Arantzazu en Oñati de Sáenz de Oiza y Luis Laorga.

Al aire libre Monocle se acuerda de Timanfaya y paisaje marciano, de las Cíes, de la Bahía de Cádiz y en baleares se queda en el tópico con Illetes en Formentera como en Menorca se fija en Cala Marelleta. Es lógico que haya ausencias. Es una guía, no un vademecum

¿Y si me quedo unos días? Pues la recopilación es amplia: Ana García Siñeriz que tiene casa en Formentera recomienda el flow de la pitiusa menor, o ya en el interior, en Segovia, Casa Josephine; Y si ya se quiere el viajero quedar más porque la guía se le hizo pequeña, pues volverá a consultar sus recomendaciones porque no se olvidan de las baldosas hidráulicas de Huguet o de tiendas de muebles vetustas como Cubiña en Barcelona, donde ir aprovisionándose del spanish way of life. Para acopie de muebles, se olvidan de Domestico, pero aciertan con Treku en Zaraut.

No atina mal Monocle en esta guía (40 euros) a vista de dron. Conviene leerla más de una vez con lápiz de mina azul y roja de Faber Castell para rebuscar entre los emprendedores que la habitan y los «chivatos» que dieron las pistas. Y seguirlos en su Instagram, y pedirles contacto en el LinkedIn y quien sabe si descubrir otros que podrían estar en la siguiente edición. En ocasiones es mejor que venga otro a enseñarte lo tuyo. Porque, ya sabes, si vives en Madrid, te cuesta ir al Museo del Prado pero, si pisas Nueva York, no te pierdes lo que haya en el MOMA.

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