No hay escuelas para editar. Editar es jugarte tu pasta o la de otros (ingénuos) con la intención de influir y ganar dinero. Aunque algunos usen la propiedad conmutativa y prefieran editar para ganar dinero e influir. Aunque algunos solo influyan y se arruinen y otros hagan pasta y solo le importe a Hacienda. Hay escuelas de negocio, hay escuelas de periodismo pero nadie te enseña a editar, porque editar supone decidir el rumbo sin gps, orientándote por las estrellas.
La biografía (no autorizada) de Jann Simon Wenner (72, fundador y ex propietario de Rolling Stone) es una masterclass al respecto. Tienes que leerla, te interese editar (sea cual sea el formato) o simplemente para tener una referencia de la decadencia del siglo tras la Segunda Guerra Mundial. “Sticky Fingers”, de Joe Hagan,traducida por la editorial Alfaomega en su colección Neo Sounds, debería regalarse con la matrícula de primero de periodismo.
He tenido la ocasión de reunirme con Jann en tres o cuatro ocasiones. Le convencí para editar Rolling Stone España (que dirigí sus primer quinquenio) y en Mejico y hace poco que nos vimos. Pero yo no soy el protagonista de esta columna. La vida de Jann Wenner, imposible de resumir en pocas líneas, es increíble. Bañada en miel y también en hiel.
Algunas pistas. Jan acaba de vender Rolling Stone a Penske Media (en dos fases primero a unos inversores de Singapur) en una operación total de 100 millones de dólares, pero no era suya, el 50% era de su mujer Jane, a la que puso los cuernos con hombres y mujeres durante décadas y a la que el libro retrata como una mujer fascinante adicta a los tranquilizantes que durante semanas no se levantaba de la cama, agotada ante la volcánica personalidad de Wenner. Primera lección. O tienes una personalidad fuerte o mejor que cambies la edición por la petanca.
La ambición le hizo a Wenner perder mucha pasta. Y también ganarla. Le vino bien para construir Rolling Stone de la nada pero cuando llegó al millón de lectores quiso ser actor (protegido por Travolta), productor de televisión (su hermana producía el famoso 20/20), y productor de cine. Diane Von Furstemberg, mujer del magnate de los media Barry Diller le dijo un día en un cocktail en Hollywood: “Jan, ves todo estos hombres. Cualquiera puede producir una película… pero solo tú sabes hacer Rolling Stone. Dedicate a lo que sabes”. Lección dos. Eso es editar, salirse de los márgenes para buscar la influencia, pero no abandonar nunca la esencia. Que difícil, probar nuevos rumbos sin perder la trayectoria.
Olvídate de editar sin una buena red de contactos. El libro está lleno de gente que habla mal de Wenner pero que se reconcilia luego con él. Lennon se tuvo que defender porque durante la promoción de Double Fantasy Wenner no quería hacer la entrevista sin que Lennon le enseñase antes su apartamento del Dakota. “Jann… la casa sigue siendo blanca, con su piano blanco… Blanca”. Unos días después tras el asesinato, Wenner le jura a Yoko que la cuidará toda la vida. Y eso ha hecho. Yoko le dice a Annie Leibovitz a los dos días de la muerte de su marido: “vende la foto y cómprate un loft”. Life pujó por la foto pero no la consiguió. Todos conocemos el final. Wenner se queda la foto de Lennon desnudo abrazando a Yoko para Rolling Stone y escribe en ese número monográfico un mensaje en el lomo, diminuto, que solo se puede ver con lupa dirigido a su viuda en el que se compromete a cuidarla. ¿Sincero? Con el paso del tiempo parece que sí.
Lección tres. Sin equipo no eres nadie. Pero no te hagas amigo de tu equipo. Wenner despide, traiciona, vende, “asesina”, a cualquiera en interés de su revista (que a menudo la gente confunde con su propio interés). ¿Es el interés de un editor el mismo de su revista? Eso requiere otro artículo. Pero con una habilidad que deja como patoso a David Copperfield resucita al asesinado y cuida de los traicionados. Una vez se le ocurrió montar una banda de rock para su fiesta de navidad porque vio la moral de la tropa baja. Y para más coña invitó a Mick Jagger a la fiesta. “Jagger, (con el que tiene firmado un contrato de no agresión por la marca -imágina que a Wenner le diera por vender perfumes con el nombre de Rolling Stone- le dijo, Jann dedicate a la revista”.
Wenner ama la política. Y el partido demócrata lo ama a él. Wenner ha sido un enredador nato. Lo aprendió de Malcolm Forbes, una de las grandes bestias de la edición, e intuyó pronto que podría ofrecerle a los demócratas un nuevo caladero de votos. Aprendió a usar el sastre de los Kennedy, a escribir él mismo las entrevistas y a entregar la portada de Rolling Stone al candidato de turno la quincena adecuada. Nunca coqueteó con los republicanos, su perfil bohemio nunca hubiese sido aceptado. El triunfo de Reagan le vino bien a la revista.
Gracias a su talento el periodismo norteamericano (y todos los que de él hemos bebido) pasó del underground al establishment. ¿Para bien? Que más da hoy. A Tom Wolfe le publicó La Hoguera de las Vanidades por capítulos y Wolfe le entregó de golpe cuatro, sin haber acabado el libro. ¿Te imaginas el acojone de Wolfe sin haber acabado el libro y todos esperando nuevos capítulos? Y Wenner llamándole. “Vamos Tom, entrega ya joder..:”
Hay que saber asociarse. Wenner se asoció con Daniel Filippachi, el editor francés de Paris Match y Filipacchi le convenció para que fuese el editor de Look, su aventura americana para desbancar a Life. Wenner no puso un duro y aceptó ir a porcentaje. Look duró un par de números. Lección cuatro. Editar por encargo edulcora la pasión. Lección cinco. Dos editores juntos no suelen resolver bien sus egos.
Lección seis. Un editor es un imán para la bancarrota. Durante años Wenner vivió de Rolling Stone por los pelos. Editó el semanario US (aquí Cuore lo imita) que luego vendió a Disney y luego recuperó. Palmó pasta como un descosido con Outside que vendió por 600.000 euros. Lanzó Mens Journal que también perdió pasta durante décadas. Y una de sus decisiones más cuestionadas, despreció en los primeros años el nacimiento de la MTV, y rechazó la propuesta de vender Rolling Stone a la cadena a cambio del 25%. Hubiese multiplicado su riqueza por cinco… pero Lección siete, un editor es un romántico, y el romanticismo y la pasta se llevan bien, pero solo a veces.
El libro encierra mil y unas lecciones, no solo sobre la edición sino también sobre la vanidad y la ambición que en su justa medida son imprescindibles para el triunfo social. Imposible resumir en un artículo (que usted leerá con sus ojos rojos frente a la pantalla) todas las vivencias que Joe Hagan otorga a Wenner. Mi conclusión: ¿estará triste Jann tras haber vendido Rolling Stone? ¿Y Jane? Espero poder preguntárselo en unos días en New York cuando nos entreguen el Premio Eissenhower Fellows la mejor editorial (Spainmedia), pero tengo la sensación de que no me dirá toda la verdad. No dejen de leer este libro, incompleto, veraz o exagerado, autorizado o sensacionalista, enseña que si lo sueñas fuerte cualquier cosa aparecerá ante tus narices, frotes la lámpara o no.