El pijerío lo salpica todo. ¡Splash! También la náutica. ¿Te acuerdas cuando el esquí era sólo para niños bien? No hace tanto. Parece inconcebible, ahora que Decathlon ha descubierto que las tiendas de proximidad son rentables porque cada vez nos cuesta más ir a la afueras a comprar, pero en los furiosos setenta ir a esquiar era territorio exclusivo de las élites.
Algo así le sucede aún a la náutica deportiva -España, con miles de kilómetros de costa, está a años luz de los federados, por ejemplo en Francia- pero muy pronto ocurrirá como con el ski. La náutica es cada vez más popular. Y cuando el pueblo se acerque la náutica en demasía el pijerío marino marcará su territorio. A continuación algunas señales que identifican la navegación “posh” o como dirían en Méjico, de la náutica “fresa”. Porque no todo es cuestión de eslora (longitud del barco de proa a popa).
Si quieres dar imagen de señorío cuando estés atracado en puerto presume de plantas en la bañera del barco. Al pobre “gasolino” que amarra a tu lado le rebajarás a grumete al ver como combina el tapizado de tus cojines con el blanco marfil de los lirios. Los hay que rizan el rizo (también llamado “nudo llano”) y en vez de plantas tienen flores. Los mejores puertos suministran servicio de floristería fresca cada dos o tres días. Imagínate a donde va el ramo si decides navegar y el velero escora un poco. El ramo se va al garete.
El pantalán tiene también su protocolo de lifestyle. Frente a la popa los hay que usan alfombrilla con el nombre de la nave, para no andar descalzos, hasta llegar a la cesta. La cesta es la madre del cordero, en ella se dejan los zapatos, para que los invitados no suban a bordo calzados (nunca hay que hacerlo que se estropea la teca). La cesta para el pijerío naútico parece descuidada pero si te fijas está perfectamente elegida (normalmente no por el capitán sino por quien le acompaña) y en ella los naúticos (Sebago sigue haciendo los mejores) reposan al sol a la espera que te de por bajar a conoce la oferta pongamos de…. Port Adriano (el puerto de la familia Zaforteza, que es el más “posh” de las Baleares).
La bici a bordo es un must. Siempre hay que acercarse a las tiendas a por algo que echas en falta. La marca para los elegidos es la Brompton británica. Diseñada por Andrew Ritchie en el 1979, parece unánime que se trata de la bicicleta ideal para espacios pequeños. Si la dejas fuera atada al pantalán asume que se te oxidará, y que algún amigo de lo ajeno, puede en un descuido, darte el cambiazo por una de sus múltiples imitadoras chinas. La wikipedia dice que Brompton fabrica 16.000 bicis al año, te aseguro que buena parte van a que los armadores más distinguidos presuman de ella en la ibicenca Marina Botafoch. La más elegante es la Brompton verde inglés con asiento de cuero de Brooks (también ingleses). Eso si, no apta para nalgas sensibles.
Presumir de luces submarinas es la última moda. Maldito el que lo inventó. Atracado o fondeado, encender las luces azules que algunos barcos llevan bajo el casco se ha convertido en sinónimo de distinción. ¿De distinción? Parece que la preocupación por la contaminación lumínica aún no ha llegado a la náutica. Formentera al anochecer parece una discoteca de poseidonia. Inventadas con la intención de ayudar al baño nocturno parecen más bien un homenaje a Encuentros en la tercera fase (1977) que una señal de buen navegar. Propongo que se use el canal 9 de tu radiofrecuencia, y que no esté mal visto, para pedirle a tu compañero de fondeo que apague sus luces de fondo y te deje ver la luna de sangre.
La vinoteca a bordo es el colmo del sibaritismo. Este verano vi a un armador que a su barco le había bautizado “sea-barita”. Que exagerado. No hace falta una gran eslora para este pequeño lujo pero si asumir que si eres amante de los buenos caldos es probable que el pequeño ultramarinos del puerto solo tenga vinos de consumo masivo. En Ibiza, en Marina Botafoch, ha abierto este año una pequeña bodega que tiene buenos vinos franceses y una buena cosecha de Vega Sicilia. Si, has oído bien en la opulencia pitiusa los hay que bajan a tierra y se gastan 600 euros en una botella. Para los aficionados que se conforman con un buen godello fresquito te recomiendo el tubo de Riedel, cuatro copas de uno de los mejores cristales para amantes del vino, bien protegidos frente a maremotos. Y un vino, La Savina, un blanco bien fresquito, el vino que la familia Moll, editores y amantes de la pintura flamenco, producen en Formentera.
En el mundo de los gadgets cada año llega algo nuevo. Todos vimos hace unos años a Leo DiCaprio ascender en Flyboard (inventada por el francés Franky Zapata @zapata_offciiel en 2012) a golpe de aspersor. Ahora lo más de lo más es la tabla de surf con motor incorporado. Es inestable pero no necesitas olas. Impulsada por una turbina que te protege de cualquier accidente porque la hélice va escondida, la manejas con un mando inalámbrico que llevas en la mano con el que controlas la potencia. Las baterías duran unos veinte minutos y cuando paseas sobre la bahía lejos queda la California surfer pero dejas a todo el mundo boquiabierto. Como banda sonora te propongo Wouldn´t it be nice de The Beach Boys.
Y por último la mascara patentada por Decathlon para respirar debajo del agua (24,99 euros) que se ha convertido en el fenómeno de la costa hace dos veranos. La máscara tiene dos ventajas. La primera es que te deja respirar bajo el agua sin necesidad de sacar la mollera. Algunas de las mejores ideas de tu vida te vendrán sumergido, en ese trance freudiano que supone regresar al líquido placentario. Que placer. La segunda razón es que unifica la náutica pija y la doméstica porque todos, todos la usamos para buscar a Calamardo y decirle a La Sirenita que nos encanta su bikini.