¿A qué sabe un Premio Nacional de Diseño?

Esta es la crónica de un charla y de un tapeo. El pasado jueves me puse la corbata de punto de Ermenegildo Zegna y tiré de moderación para moderar el encuentro con seis de las empresas ganadoras del Premio Nacional de Diseño. Es justo decir que todas se llevan bien, hasta apuntaría que se admiran. La ganadora de este año (que logotipo tan simpático), anfitriona de la merendola y de la conversación fue la valenciana Actiu, reputado fabricante de mobiliario de oficina.

Dos formatos cruzados, el del canapé de autor, y la mesa redonda inteligente, se unieron para competir con los minutos previos al partido del Real Madrid. ¡Qué difícil es programar algo cuando hay fútbol europeo! Hay que romper una lanza por esos programadores valientes. En el Bernabéu, 81.044 espectadores, ya sentados, sumaban su energía en un aquelarre masivo para ver si se “guillotinaban” al Paris St-Germain con Nicolas Sarkozy en el palco. Llenazo total. A un kilómetro de allí, en la Roca Gallery, el espacio creado por la familia Roca para explicar que un buen diseño hace de un sanitario una pieza única, 200 personas nos juntamos para meterle un gol a los italianos, y a los suecos y a los gringos, que monopolizan el diseño industrial en el mundo. Llenazo total.

Los seis ponentes reconocieron que la primera edición del Madrid Design Fest promete futuro. Y nos lanzamos a presumir de diseño ibérico. Al lector le invito a que profundice sobre los fascinantes productos de estas seis empresas y le resumo algunas conclusiones previas al agape. Para Soledat Berbegal, hija de Vicente Berbegal, de Actiu “el mueble debe ser atemporal, pero hay que diseñarlo para que responda a la necesidad de cada momento”. Para Mariano Soria, director general de los valencianos muebles Punt, “la cultura del diseño o se vive en ella o no se puede impostar. Nadie puede ganar un premio así si no la vive con sinceridad cada día”. Salvi Plaja, director de diseño de Simon, ganadores del Premio Nacional de Diseño de 2016, nos recordó que “no en todos los países la luz se enciende de la misma manera y, en consecuencia, hay que adaptarse a las distintas culturas”. Mobles114, fundada en 1973, con diseños de Milá o Mariscal en su catálogo, incidió “en la durabilidad de los diseños y lo fabricado como uno de los mandamientos de su trabajo”.

Marset también recordó que las escuelas de diseño “deberían organizar las propuestas de los jóvenes diseñadores y que en ocasiones los editores ven sepultados su correo electrónico con propuestas enviadas a golpe de entusiasmo que no llegan a ningún sitio” como la semilla que se siembra en el mes del año en el que el terruño no está en barbecho.

En la previa tuve ocasión de aprender mucho de Josep Congost, director de innovación y diseño de Roca, su tío fue el empresario que popularizó los juguetes Congost. No se si los recuerda el lector, pero para los más jóvenes, no se imaginan lo que los juguetes Congost cambiaron nuestra vida. No fueron los únicos desde luego, también estuvieron los Comansi, que como decía su eslogan, eran “juguetes completos”. “El punto de inflexión en la empresa fue cuando mi tío decidió hacer anuncios en televisión”, me cuenta. Quien no se acuerda del Xilomatic de 1970 (en Ebay por 29,99), pero hubo más: Doble circuito, Fuego antiaéreo, Big Jim, 4 pescan…). Congos el juguetero le vendió la empresa a Mattel. Hoy la marca Congost sigue viva, ya no pertenece a la familia, y se dedica al plástico.

De todos aprendimos que los fabricantes de productos de diseño son editores, como un servidor. Que promueven, eligen, frenan e incentivan a los diseñadores industriales, en lo que es un baile de creatividad, producción, distribución y rentabilidad y en la que cada vez, cada temporada, la partitura suena mejor y hace más marca país.

Como se pueden imaginar un Premio Nacional de Diseño no sabe a aceite de ricino. La propuesta gastronómica llegó firmada por el diseñador Luis Eslava (@luiseslavas) que imaginó una tapa basada en el adn de cada empresa, servida cada una en un plato de nueva creación (fabricados en Murcia). Antes de ser engullidos tuvieron su bautizo público. A Roca, con su director de comunicación Xavier Torras en primera fila, le tocó el Carpaccio de gambas con rabanito, hinojo y alga. A Simón, que son vecinos de Les Cols de Fina Puigdevall (@lescols_finapuigdevall) y de los arquitectos “pritzker” RCR (@rcrarquitectes), le pensaron unas Patatas de Olot. A Javier Marset, (@javiermarset), gran gourmet, Grisines de masa madre y semillas de girasol con hummus, con la luz del Sol como inspirador. Una paella valenciana de cuchara con romero para la valenciana Actiu, que hizo de anfitriona junto a Roca del encuentro. En honor de Punt (@punt_mobles) se sirvió Coca d´oli con escalibada. Y para Mobles114 (@mobles114) un Pan de aceite y chocolate.

Imposible no preguntarse si a los asistentes les interesó más el retrogusto o las dificultades para no producir sin tener demasiado stock.

Ya con la digestión hecha, propongo a RED (Reunion Empresas Españolas de Diseño. @Red_aede) y a Juan Mellen (@juanmellen) que consolide el formato. ¿A qué sabe un premio nacional de diseño? es una pregunta que nos puede durar décadas y si nos cansamos… podremos preguntarnos: ¿A qué huele un premio nacional de diseño? ¿Dónde se guarda un premio nacional de diseño? O incluso aterrizarlo a un premio regional de diseño y luego un premio municipal de diseño con todas sus infinitas posibilidades de geolocalizacion. Para toda y cada una de ella ofrezco mi moderación moderada.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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