Que no cunda el pánico, que las delegaciones olímpicas no se han bebido toda la cachaza (licor de caña de azúcar). Y yo tampoco. Aún queda caipirinha y caipiroska para varios Juegos Olímpicos. Que nadie se olvide que los juegos paraolímpicos comienzan el 7 de septiembre.
Es el momento de ir a Río o de volver si ya estuviste. Es invierno. Llovizna casi a diario, pero la hospitalidad de la ciudad se mantendrá viva tras la clausura. En mi retina quedan muchos momentos, desde la flecha de Bolt en los cien metros a la final de vóley-playa a la que pude asistir sobre la arena de Copacabana y los gritos del “Mamut” Alison Cerutti, previos al coro enfervorecido de los brasileños cantando Purple Rain bajo la fina lluvia.
Alójate en Casa Mosquito. No te agobies con el Zika. Solo tiene nueve habitaciones, pero es el hotel del momento en la ciudad. Dos franceses que buscaban un lugar especial. Situado sobre una colina entre Ipanema y Copacabana, no es fácil conseguir reservas. Si no lo logras ve al Copacabana Palace, la vieja dama que todo lo ha visto en la ciudad desde que fue construido en 1923. El brunch del domingo y su nuevo restaurante asiático Mee lo mantienen competitivo ante la exhaustiva oferta hotelera carioca. Otras recomendaciones: Emiliano, el Falsano, el Santa Teresa (Relais and Chateaux) o el Clubhouse Rio. Que Airbnb te puede ofrecer un buen plan alternativo eso ya no hace falta que te lo recuerde.
Jardim Botanico. Situado en la zona apodada ‘El Sobaco de Cristo’, aunque las plantas te hagan estornudar, visitarlo es obligado (no confundir con obrigado). Fundado por la familia real portuguesa en 1808 para albergar las distintas especies no solo vegetales, también animales exóticos, que iban agrupando en sus distintas expediciones. Muy recomendable el bar junto a la piscina en la casa Humaitá del Parque Lage.
Otras visitas imprescindibles, el Cristo Redentor («brazos abertos cerca de Guanabara», cantaba el carioca Tom Jobim en la emocionante Samba do Aviao) sobre los 700 metros del monte Corcovado (‘Jorobado’) y el Pao de Azucar.
Calatrava versus Niemeyer. Santiago Calatrava no está tan cuestionado en Río. Así que puedes disfrutar del Museo del Mañana (Museu do Amanha) cuyo interior se refrigera con agua de mar de la bahía de Guanabara sin plantearte si el edificio del museo mañana tendrá o no desperfectos. Repasar la huella del gran Oscar Niemeyer en la ciudad es obligado. ¿Calatrava o Niemeyer?
Rubaiyat Río. La cadena de asadores fundada en Sao Paolo por el gallego Belarmino Fernández en 1951, vendida a Mercapital, cría su propio ganado en el interior de Brasil y merece una visita. Su especialidad, la ternera Kobe Tropical, cruce entre las variedades Wagyu y la Brangus. El local de Río está en el Jockey Club, un edificio de los años 20 muy cerquita del hipódromo, y es posible comer o cenar viendo las carreras. No hay que olvidar que el juego está prohibido en Brasil y no hay casinos, así que los caballos son los reyes de las apuestas.
No te puedes marchar de la ciudad sin probar: los Bolinhos de Bacalahu (buñuelos), la Feijoada, los Palitos de queso Queijo Coalho, el Filé a Oswaldo Aranha y el Açaí.
Altamente recomendables para un viaje gastronómico feliz son Lasai (del ex Mugaritz Rafa Costa e Silva), Aprazibel, La Carioca Cevichería, Sushi Leblon (difícil conseguir mesa), Ferro y Farinha y para merendar la Confeitaría Colombo.
Los mejores ‘Botecos’. Así se llaman las tabernas donde los cariocas se relajan con cerveza helada. Comienza por el Paris Bar, en un edificio art decó de 1920 en la segunda planta de la Casa Julieta de Serpa. Puedes continuar por el Boteco Belmonte famosos por sus Chopes (cervezas) frías cuyo éxito ya le ha permitido abrir sucursales. Si prefieres la playa Usina 47, muy cerca de la torre de vigilancia Posto 12 (no te olvides de que la playa es larguísima) en Leblon. Las sesiones de samba los domingos por la tarde son famosas porque hacen la delicias de los veinteañeros de la ciudad. Y hay más, muchos mas. Apúntate también El Gordo Tapas Bar y en Santa Teresa el Bar Dos Descasados, famoso para ver las puestas de sol desde uno de los bancos de la terraza cubierta de mosaico. Y recuerda que en Río se vive y por eso se bebe.
Lío en Río. Cualquier cosa que uno busque tiene su espacio en la noche carioca. El barrio de Lapa protagoniza la vida nocturna de la ciudad y ahí te recomiendo darte una vuelta por Lapa 40 Graus, Rio Scenarium y para bailar Carioca Da Gema. Imprescindibles también son Cordao da Bola Preta, en cuyo interior se celebra una de las fiestas más famosas del carnaval, la movida underground in Fosfobox. Mi favorito es Beco das Garrafas (bautizado así porque los vecinos arrojaban botellas al callejón para protestar por el ruido); en sus paredes se conserva el espíritu de Ella Fitzgerald, Baden Powell, Sergio Mendes o Elis Regina que actuaron allí.