“Hay ocasiones especiales para decir ‘sí, quiero’: a un curro nuevo, a un/a amiguito/a especial, como no al Club de Creativos. Inscríbete…”. Así le da la bienvenida a los no iniciados el Club de Creativos, conocido por el gremio como CdC (cedece). Autodefinida como una organización sin ánimo de lucro que trabaja para mejorar la calidad del trabajo creativo en España y que busca la unión de los profesionales del sector, el CdC le está comiendo la tostada al veterano Festival El Sol. Y que conste que no intento polemizar sino sólo reflejar ambos escenarios desde el convencimiento de que dos suman siempre más que uno.
Los gin tonics del Churchill, el pub ingles (Sir Winston Churchill Pub. Sabino Arana 1), son testigos de la conversación repetida entre los asistentes esta semana a El Sol. El Churchill es el punto de encuentro ineludible si has venido a Bilbao. “Parece que esto baja no… ¿Fuiste a San Sebastián?”, se preguntan todos –creativos, planners, directores de arte, financieros, clientes y becarios- cada vez que se cruzan. El CdC organizó en marzo en San Sebastián sus encuentros creativos, muy hábiles, conocedores del amor de los publicistas por la ciudad del Urumea.
El Sol (pocos recuerdan que se editaron en España con ese nombre dos periódicos antes, el de Ortega y Gasset y el del editor salmantino Germán –Anaya- Sánchez Ruiperez) nació en 1986 promovido por la Asociación de Agencias de Publicidad. Su primera edición se celebró en Marbella, pero ya la segunda se trasladó a San Sebastián y de aquel trío entre vanidad, publicidad y la luz de Donosti, agitado por las vacas gordas del negocio se disparó su fama.
Hasta 2012. La llegada de Bildu en junio de 2011 al ayuntamiento donostiarra rompió el amor entre los organizadores de El Sol y la ciudad. Los detalles no están claros pero el querido alcalde Azkuna, al que la vieja Alhondiga rinde homenaje, y su equipo estuvieron bien listos al ofrecer la ciudad de Bilbao y su infraestructura a los organizadores. La magia del Guggenheim hizo el resto. Y como el que cambia de chica, creativos, anunciantes y concejales se entregaron al amor con la pasión de los amantes que aún desconocen sus cuerpos.
Hoy en El Sol participan más de 2.500 piezas y asisten más de 1.500 personas que dejan en la ciudad réditos y muchos instagrams que suman a la promoción turística de la ciudad. Yo recomiendo locales como mi favorito, Casa Rufo, que gestiona con mano firme José Luis, el hijo de Rufo, tras haber reconvertido en contra de su padre la legendaria tienda de comestibles familiar en uno de los mejores lugares para probar el flan de café de la ciudad.
En estos días, en Bilbao, adornada por banderolas con retratos de los grandes ejecutivos del sector (Pablo Azulgaray, CEO de Shackelton; de Jaime Lobera, Director de Marketing de Campofrío; o Cristina Rey, CEO de Zenith Media) se habla, como siempre, de si esto tiene sentido. “Las agencias acabarán desapareciendo”, dice uno (y ojo que este mantra se repite con demasiada frecuencia). La salida de Toni Segarra y Lluis Cuesta de SCPF es una señal que hay que seguir. “Sí, pero antes se esfumarán las centrales, no aportan valor”, responde otro con sus Vans edición limitada.
Y también hay mucho de networking, de buscar un nuevo curro en el festival, de intentar tener alguna aventura con esa chica de tu empresa con la que te mandas whatsapps, y de subrayar tu estatus ante los demás del oficio dejando caer que conseguiste mesa en Etxebarri o que hoy acabaste de tertulia con Eneko Atxa en Azurmendi o Josean Alija en el Guggenheim (que este octubre cumple 20 años) con Nerua.
A veces parece que se reduce tan solo un pulso gastronómico. Que si Azurmendi mola mucho pero donde esté Berasategui qué sé yo. Que si las hortensias frente al Churchill están que se salen pero es que las cogorzas del Bataclán y luego bañarnos en La Concha no hay quien las supere. Que si el Kursal (donde esté Moneo…) está mejor diseñado que el Palacio Euskalduna. Y más conversaciones. “¿Eres jurado? ¿Sabes algo?” Y miles de whatsapps, algunos de los más jóvenes, bien tristes. “No, no voy a Bilbao… Este año los jefes no me llevaron”.