Cinco días en Tokio es como ir al Bulli y que sólo te dejen probar los entrantes. Con cada persona que hables te contará un bar más excéntrico al que no has ido, un izakaya (aquí sólo te dan de comer mientras escuchas a Los Ramones. 30-8 Sarugakucho, Shibuya-ku) o un museo que te queda por ver. Cinco días en Tokio bastan para saber que volverás. Yo fui con la guía de mi amigo Gianluca Cantaro (instagram: cantaro_san), editor jefe de L´Officiel Italia, al que le basta juntar un viernes libre al fin de semana para marcharse a Japón. En la aduana ya le llaman por su nombre.
A continuación, cinco consejos con los que te puedes permitir saltarte las páginas de la Lonely Planet. Eso sí, no se te ocurra coger un taxi o moverte en metro sin llevar apuntada la dirección en japonés o serás el protagonista del remake de Lost (in Translation claro).
1.- Patada de Crol en el piso 52 del Park Hyatt
No hace falta estar alojado en el hotel para apuntarse a un chapuzón a las 6.30 de la mañana en la piscina del hotel Park Hyatt. Hasta aquí parece más una extravagancia de madrugadores que de epicúreos, pero es que la piscina del Park Hyatt, por supuesto cubierta, tiene 25 metros y cuatro calles con corchera. En verano amanece en Tokio a las 4.30 así que a las 6.30 el agua está ya esperándote. Nadarás completamente solo porque según cuenta el socorrista, los turistas (americanos normalmente) no suben hasta las 8. Tan solo preocúpate de llevarte el bañador –le pregunto al socorrista para provocarle si se puede bañar uno en cueros y me cruza los brazos en señal de tortuga ninja- él se ocupará de proporcionarte gafas de buceo, gorro para el pelo y esperarte con el albornoz para que al salir te sientas el emperador del Japón. Eso no es todo, un bol con frutos secos y un té matcha aparecen sin que los hayas pedido para que pronuncies la palabra que más usarás en el viaje Arigato ko sai mas (gracias).
2.-Afila tu navaja que así como la llevas no te sirve para nada
Si no te la han quitado en el control de seguridad del aeropuerto el mejor sitio para afilar un cuchillo es en Aritsugu. No te equivoques, en las callejuelas cercanas al mercado de pescado (el lugar más visitado de la ciudad) hay decenas de tiendas como esta pero tienes que ir a esta y no a otra. Si eres de los que coleccionan navajas es compra obligada una de estilo japonés en las que muy gustosamente te graban tu nombre. Hay, eso sí, un pequeño problema. No lo entienden. Se lo escribes y de poco vale, y acabas pronunciando sílaba a sílaba, An-drés (An-dles) y vete a saber qué diablos llevo yo escrito en la hoja de la chaira (6 cm de hoja).
3.- Hazte el excéntrico comiendo en Tokio en un restaurante chino
Eso sí, en el mejor. Se llama Sense, presume de tres estrellas Michelin (¿Sabías que Tokio es la ciudad del mundo con más estrellas de la guía?) con una cocina china cantonesa.
Te recomiendo reservar alguna de las mesas que dan a los ventanales, comerás literalmente suspendido sobre los rascacielos de la ciudad desde el piso 37. Y mientras masticas los más delicados dumplings, podrás comprobar que los japoneses también hacen buenos vinos (muy curiosos los blancos).
Eso sí, si te da por felicitar al chef como hice yo tras el festín de degustación ya puedes tirar de señas o recuperar el código morse que aprendiste cuando eras Scout.
4.- Desliza tus pies descalzos por las veredas del jardín del Museo Nezu
No lo hagas calzado que te pierdes la mitad. Escucha las conversaciones de los cuervos (traducción libre: “Hay que ver cómo han aumentado las visitas al museo; será por la tienda de regalos que vende unos palillos muy cucos»). Fundado en 1941 por Nezu, un industrial japonés que construyó la red de vías ferroviarias, ofrece una buena colección de arte nacional y wifi gratuito. Pero para mí su joya, repleta de emoción y sorpresa, es el jardín situado en la parte trasera que te recomiendo visitar a primera hora (abre a las 10 de la mañana) y deambular por sus estanques, y aprovechar para tomar decisiones tales como si te compensa pagar Movistar plus televisión y Netflix todos los meses cuando no ves ninguna.
Cerca del lago se pierde el wifi y si andas tirando de TIDAL, te quedas colgado a media canción (te recomiendo varias escuchas seguidas de Mechita de Silvia Pérez Cruz), así que mejor descárgatela.
5.- ¿Hace cuanto que un desayuno no te parece inolvidable?
Pasa del desayuno del hotel. El chef Shinichiro Ogata no te llevará el desayuno a la cama, tendrás que ir a verle, previa reserva claro, pero la experiencia es inolvidable. “¿Pero cómo nos ha encontrado?” pregunta el excéntrico relaciones públicas del local. Con dificultades, la verdad. Le intento explicar que el taxi me ha costado más que el desayuno y le endoso un ejemplar de TAPAS en inglés. La pista se la debo a José Antonio de Ory, agregado en la Embajada Española en Japón, cuando cometí la osadía de formularle la pregunta más difícil: «¿Alguna recomendación para comer en Tokio?» La cuestión de respuesta casi imposible fue resuelta por email así: «Aquí deberías cenar, pero es tan difícil que no dejes de ir a desayunar. Olvídate de la 50 Best». Y tenía razón.
Yakumo Sario es un restaurante de 20 comensales y una mesa aparte para dar desayunos y meriendas.