Yo envío postales. ¿y tú? Envío postales para que me quieran. Envío postales a los que quiero. Envío postales para que los que quiero tengan cómo señalar la página del libro en el que se durmieron anoche. Envío postales para pararme en el carrusel del quiosco de la playa a ver si las postales de este año son las mismas que las del año pasado. Normalmente cuestan entre 0.50 y 1 euro, según lo fenicio que sea el vendedor.
Envío postales para ver el careto del rey en un sello y hacerle pintarrajos alrededor sin cometer un delito. Ayer descubrí que hay un sello del rey Felipe VI de 1 euro, pero el estanquero me dio también otro del rey Juan Carlos I de 0.50. ¿Ha sido degradado el emérito a una categoría más baja en el escalafón postal?
Envío postales para que los fotógrafos locales tengan su momento de gloria impreso. Envío postales para no comprarme el catálogo de todas las exposiciones que visito y ahorrarme sobrepeso en el aeropuerto. Te envío postales para darte una sorpresa, para recordarte que llevas sin abrir el buzón más de dos meses. Para darle por saco a las cartas de los bancos que rabian de ver los colorines de la fotografía que te mando.
Envío postales para que el cartero las lea a escondidas. En algunas le escribo algún mensaje entre líneas a la cartera, y le pregunto si le duelen las cervicales mucho de tirar del carro amarillo. Envío postales para ir a visitar el buzón que no es un buzón, que yo sé que es Mortadelo disfrazado. Envío postales para putear a Amazon que se va a quedar con todo. Envío postales porque a mí me las envían.
Nunca me he enviado a mí mismo una postal, pero hoy he decidido empezar a utilizarlas para recordarme lo que debo mejorar en septiembre. Las postales son las titas de Instagram. Las postales son la mejor manera de decirle a alguien que te hubiera gustado que viniese contigo. No sirve enviarlas en un sobre cerrado. Las postales te obligan a que tu texto sea público, lo pueda leer el portero, la vecinita de enfrente y el próximo novio de tu exnovia.
Envío postales para darle lengüetazos al sello y sentir el sabor de la goma laca en mis papilas. No me gustan los sellos que se pegan como una pegatina. Envío postales para ser conciso, porque no cabe nada. Envío las postales más feas que encuentro, las que no compra nadie, la del burro con sombrerito de mejicano, la de la buenorra tetona en la playa de Benidorm.
Hazme caso. Recupera el romanticismo de escribir a mano. Envía postales, siempre que viajes, y un día escucharás en tu contestador. “Me ha llegado tu postal. No sabes la ilusión que me ha hecho. La tengo en la nevera con unos imanes”. La nevera es el muro de Facebook del hogar.