Fui solo. Porque quise. Porque mi hija me mando un “jajajaja” bien largo cuando le pregunté si íbamos juntos y mi madre no andaba ese día con ganas. Un hombre solo en la manifestación feminista resulta “sospechoso”. Quizá sea un caso de susceptibilidad extrema, pero fui solo. Encontré pocos hombres solos.
Tampoco me enfundé identificación de color alguno, porque no puedo disociar el color morado de Podemos, y a mí me pareció que aquello iba de hacer y no de poder. Me llamó mucho la atención que la política es de colores primarios: el parlamento se divide en colores, los mítines son de colores –más que nunca uno es de un color u otro– y poco importa el programa que se lleve. Pues bien, en esta política de gama cromática, durante la manifestación del viernes no vi banderas naranjas, ni pañuelos azules, ni carteles rojos. ¿No debería el feminismo preguntarse si le viene bien que su color morado sea la tonalidad que utiliza un partido político para su comunicación?
En este mundo de colores deambulaba yo entre la masa, cuando me vino a la cabeza el Twister, el viejo juego de Hasbro (1966) en el que cuando haces girar la flecha, con el color que te toque, tienes que hacer una posturita… “¡Postureo!¡Postureo!”, le gritaron algunas a Torras cuando salió en Barcelona a sumarse a la ‘manifa’. Manifa es a manifestación lo que cubata a cuba libre y bocata a bocadillo: marketing semántico. Lástima que el corrector del Word aún no se haya enterado.
Las rimas son las verdaderas protagonistas de cualquier manifestación que se precie. ¿Por qué? Es fácil. Hay pocos lenguajes más incisivos y convincentes que el del humor. Si sonríes te tienen ganado. Ya puedes imaginar lo que rima con “machirulo”; sirve para defecar. Para la escritora y académica Soledad Puertolas (72) “esa clase de hombre no es exactamente un macho alfa, un semichulo que quiere ser dominante; es una palabra que tiene un tono irónico, hasta a veces con cierta ternura, y responde a la nueva versión del macho prototípico”.
Machirulo debía ser Manolo, o Manolito, al que le cantaban “Manolo, hazte la cena solo”. Qué bien habría estado que Madrid escuchase a todo meter ¿Dónde se habrá metido esta mujer?, escrita por Javier Krahe. Joaquín Sabina, antes de su paso por el Carnaval gaditano, presentó su disco concierto póstumo en la que fue su amada Sala Galileo.
Hacía trece grados. Caminaba por medio de la Castellana y la ciudad parecía otra. Me crucé incluso con une ex Miss España que iba con su hija. La luna creciente sonreía con las rimas. “No soy un perro, a mí no me silbes”, y yo que iba silbando la banda sonora de Haz lo que debas, de Spike Lee, hice lo que debía y dejé de hacerlo.
Mucho se ha escrito sobre la energía de la masa en conciertos y partidos de fútbol. Es contagiosa y te hace vibrar como un buen subwoofer. Percibí también la energía del amor, el que hay entre abuelas e hijas, hijas y nietas, familias con niños, parejas gays, musulmanes y trans, supongo que votantes de progreso, pero eso precisamente no lo sé. También vi mucha testosterona que a mí me rima con persona.
“No a las granjas de mujeres” me gustó y me recordó de inmediato a las granjas de tweets que infectan nuestra opinión pública de propaganda. “En muchas ocasiones históricas la palabra anónimo fue una mujer”, como Cindy Lauper, que ha visto como Girls just wanna have fun, una de sus canciones, se ha convertido en proclama. No sé qué pensaría el florista de Colon, de los pocos que quedan ya por la zona, al leer “Mujeres florero, pésimo ejemplo”.
Eslóganes hubo de todo tipo y condición… Económicos: “Estamos cansadas… de ese capitalismo que no resuelve los problemas” o “El problema es el sistema”. Intelectuales: “Sorority is our weapon” (de ahí viene la palabra sor, con la que llamamos a las monjas). Posturales: “Por qué ir de puntillas cuándo podemos pisar fuerte”. Etílicos: “Sola, borracha… quiero llegar a casa”. Temporales: “El presente está aquí mismo y se llama feminismo”. Colectivas: “Nos dijeron que no fuéramos, así que venimos todas” o “Hay que luchar juntas para que no nos maten por separado”. Educativas: “Profe, luchando también estás enseñando”. Gastronómicas: “El patriarcado me da patri… arcada”. Esotéricas e inquisitoriales: “Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”. Tecnológicos: “Somos más fuertes que un Nokia 1100”. Combativos (que lespodrían valer para el feminismo y también para los pensionistas): “Respeta mi existencia o espera resistencia”. Fashionistas: “Property of no one”. De serieadictos: “Somos princesas y al mismo tiempo dragonas”. Vodafone tiene una campaña publicitaria en la calle con el eslogan: “Seguid luchando así reinas” y la foto de Khaleesi… ¿Oportunismo o ingenio? Usted decide.
Todo se instagrameó hasta la saciedad, porque lo que no se cuenta en las redes,no existe. A pocos metros, ya de camino al cubil, la tienda de Cristina Oria, la repostera más chic del Barrio de Salamanca, puso en su escaparate: “Padre no hay más que uno, y como el mío ninguno”. Y no, no era por feminismo, era por el Día del Padre.
Hay quien dice que a la diosa Cibeles se la vio sonreír cuando se leyó uno de los eslóganes más cortos: “Machismo Caca”. El portador del cartel, un hombre, les aseguro que olía bien.