Soy de los pocos, exagero claro, que nunca remití a Jorge Herralde (83) y a su comité de lectura en la editorial Anagrama, manuscrito alguno. Escribo esto para subrayar que el visto bueno de Herralde para publicar en Anagrama (sí, la colección de libros color natilla, y luego negro y verde) ha sido y es uno de los grandes marchamos de “calidad intelectual de los últimos treinta años” en este país de garrotazos. Otro hito de vanidad cultureta ha sido salir de figurante en alguna de las películas de Almodóvar (69). Fantástico el último plano de Dolor y Gloria, (¡quién fuese la chica del micrófono antes del fundido en negro!). Mi apuesta es que ganará la Palma de Oro de Caroline ‘Chopard’ Scheufele en Cannes este año
Esta semana se han vendido dos medios importantes. Al menos que sepamos. El tabloide incendiario National Enquirer, tramposo pero influyente, azote de buenas maneras, deja de ser propiedad de American Media al ex propietario de Hudson News, James Cohen, por 100 millones de ‘pavos’.
Me entero de la noticia por un “push” del Washington Post. El Post debió lanzar la noticia con ganas porque el Enquire, de 92 años de vida, estuvo hace uno meses detrás de la filtración de los mensajes de divorcio de Jeff Bezos (55) su nueva amante la periodista Lauren Sánchez. ¿American Media ha puesto el diario a la venta incapaz de enfrentarse al tendero más rico del mundo? Probablemente. American Media admitió hace poco que pagó 150.000 dólares a Karen McDougal, una chica Playboy para que no filtrase información sobre su relación con Trump. Un ejemplo más de la vieja estrategia editorial de pagar no para publicar sino para no publicar. Nada más recibir el aviso de la venta del Enquire, que incluye en el paquete el Globe y el National Examiner, me pregunto que cobertura tendrá la noticia en la prensa. Poca, o ninguna. Se cumple el gran precepto periodístico de que todo lo cercano nos toca y lo lejano apenas nos roza.
No sabemos qué pensaría Robert Benjamin Cohen, fundador de Hudson News, la cadena de distribución de prensa de aeropuertos y estaciones de tren, de la compra del diario que peor huele, por decisión de su hijo James. ¿Colocará su diario ahora en el delantero de caja? ¿Se propondrán una expansión internacional? Cohen, el único hijo vivo de los tres que tuvo el fundador, vendió sus negocios de distribución en aeropuertos a Dufry AG de la que aún mantiene un buen paquete de acciones. La venta ayudará a American Media a reducir su deuda estimada en 355 millones de dólares.
La prensa sensacionalista no ha conseguido entrar aquí aún. El Claro, hijastro del Bild alemán descarriló pronto y la revista OK, el ¡Hola! inglés de serie C también se la pegó en manos de Z. De C a la venta de Z.
Javier Moll ha comprado el emporio montado por Antonio Asensio padre durante la transición convirtiendo Prensa Ibérica en el referente mediático de la prensa regional, sobre la que recae aparentemente la responsabilidad de instaurar el muro de pago al estar más arraigada en su penetración local.
En la calle Consejo de Ciento cambian de editor. Guardo mucho cariño a esa redacción en la que tuve la oportunidad de aprender con el grandullón Antonio Franco (72) en la joint venture para el Dominical que Prisa firmó con Z. La redacción con barandilla -el New York Times también la tiene así – es imbatible a la hora de distribuir las secciones de un diario. Los capos en la corrala y los plumillas abajo. Así deberían ser todas las redacciones, un patio de vecinos bien informado en el centro de la ciudad.
Hudson News, que poco a poco está desplazando a la francesa Relay de la distribución de prensa de nuestros aeropuertos, debería tener en un lugar preferente el último tomo de “andanzas” del editor Jorge Herralde. Al fín y al cabo sus libros también se venden allí. Un día en al vida de un editor (445 páginas. 19,90 euros) me lleva haciendo babear de envidia toda la Semana Santa. Ya disfruté sus Opiniones Mohicanas en Acantilado y Por orden alfabético, pero estas, editadas en la Biblioteca de la Memoria de su propia editorial -dicen que un editor prefiere que le editen otros a publicarse a si mismo, pero Herralde ya pasa de dimes y diretes- está empequeñeciendo mi lápiz de dos colores Mitsu-Bishi de tanto como estoy subrayando.
Desde el prólogo de Silvia Sesé, la elegida para sustituirle en el camino a la integración en Feltrinelli de Carlos Feltrinelli (57), todo es tocino de cielo. Imposible recopilar todo lo que he aprendido. Incapaz de escribir la envidia de haber vivido en su piel, aunque que Herralde solo pone el foco en la espuma de los días y seguro se guarda para no publicar la tristeza profunda del camerino en las noches de insomnio y deudas.
Tan solo dos veces he hablado con él. La primera cuando traje Rolling Stone a España. Herralde me llamó de fijo a fijo para decirme que había publicado los primeros libros de Tom Wolfe sobre nuevo periodismo, Wolfe escribía por entonces en la Rolling de Jann Wenner. Ni Wolfe vive, ni Wenner edita ya. La segunda, el año pasado durante la Feria del Libro, caminaba yo por una de las callejas adyacentes al Retiro y al entrar en una cafetería me encontré a Herralde y a su mujer, Lali Gubern tomando café. Me presenté, le mostré mi admiración y gratitud por su trabajo, y pagué el desayuno.
De su último libro dejo un pequeño extracto en estos días de Feria del Libro: “Las secuelas de la concentración editorial, (…) son bien conocidas: anticipos disparatados, sobreproducción como huida hacia delante, progresivo dominio de la lectura de usar y tirar (…). Los grandes grupos publican también libros excelentes (…) pero como símbolos de estatus”.