“Ey, Ey, Ey, Ey”… Si el Oso Yogui (Ursus Arctos) leyese este artículo ya se estaría relamiendo. Al personaje de Hanna–Barbera le daba igual Yosemite Park que El Retiro porque era la palabra “emparedado”, que nosotros asociamos a los asesinatos más siniestros y él a un sándwich de tres pisos, lo que le hacía relamerse. ¿Verdad BuBu?
A continuación, algunas pistas para disfrutar de un picnic en El Retiro (de abril a septiembre de 6 a.m. a 12 p.m.) con árboles ya revisados y un “meltin pot” (crisol de culturas) fascinante.
Lo primero destierra de tu cabeza que una merendola en el parque madrileño es menos que en Central Park o en Hyde Park. El Retiro es mágico y es fácil sentir la energía que congrega a cualquier hora. No pierdas ni un minuto más de verano y prepara la tortilla (las de La Penela en Madrid están poco cuajadas pero es probable que sean las mejores de la ciudad, basta que llames una hora antes. También te las mandan a casa. ¡Que más quieres, gandul!).
El Retiro es muy seguro. Pero no siempre fue así. A menudo se nos olvida lo que supone la conquista de la seguridad urbana en nuestra queja constante de todo lo que no tenemos. Yo te recomiendo el picnic nocturno, pero hay otros, las vistas del Palacio de Cristal (1887) iluminado poco tienen que envidar al invernadero de los fascinantes Kew Gardens en Londres.
Planifica tu merendola como si de la batalla de Stalingrado (fundamental revisar la película Enemigo a las Puertas) se tratase. Un picnic no tiene porque ser una merendola improvisada. No te sientas mal por usar un mapa. Los encuentras en la red. Tampoco descartes una visita previa para localizar como será aquello cuando llegues. Por mucho que planifiques siempre, como a mí, te quedará la duda de los excrementos caninos, pero no te obsesiones el parque está limpio y la educación de los amos es cada vez mayor. El único problema con los perros es que si te da por llevar un buen fiambre te saldrán amigos pronto que pasarán a hacerte una visita.
Hay picnics y picnics. No es lo mismo celebrar el cumple de tu retoño con diez amigos “termitas” porque no te apetece ir al Burger King y acabar con la corona puesta, que una cita íntima en las que acabas clasificando nubes con la cabeza recostada sobre el vientre de esa chica con la que tantas ilusiones tienes.
Al formato desayuno le veo mucho futuro en estos tiempos en los que las agencias de relaciones públicas ya lo han probado todo. Un picnic para desayunar en El Retiro con clientes, si no te hace vender más al menos te dará fuerzas para el resto del día. Eso sí, el café y el te de termo. Y no del Starbucks. Si quieres uno con garantías lo termos de Stanley son grandes y muy fiables. Del café te recomiendo La Mexicana para ofrecer a tus invitados variedad de Arábica o Colombia.
Como en todo, la diferencia en un picnic está en los detalles. Un buen cuchillo (la marca francesa Opinel por ejemplo, o una de sus navajas) te salvará de muchas cosas. No te dejes el abrebotellas en casa (Laguiole 18 euros con navaja es un clásico). Haz un check list, si lo haces cuando sales de viaje porque no hacerlo para ir a merendar. Detalles como llevar Sal Maldon en un pequeño papel de plata o un poco de chocolate (el Lindt con flor de sal –menos de tres euros- no falla) puedes cambiarlo todo. Intenta no tirar comida. La comida no se tira. Si llevas comida de más que acaban en las papeleras para pasto de ardillas considéralo un fracaso.
El mantel importa y mucho. Un mantel de hule es lo mejor. Ese mantel que llevas años intentando deshacerte de él pero que nunca tiras, de pronto un día se convierte en el protagonista de la fiesta. Los manteles de cuadros hacen hogar. Sí, has leído bien, se puede hacer hogar en un picnic. Las cestas de mimbre también pero llaman demasiado la atención y dan de uno la imagen de primerizo. El formato cuadrado es un buen acicate para ilustradores. Y por último unos vasos, los pequeños de Duralex no te fallarán. No se rompen y se transportan con facilidad. Te recomiendo el modelo Cigüeña en caja de 8 y con cristal transparente.
Los lateros venden de todo, pero solo lo básico. Cervezas frescas te sirven sin problemas pero las pagas con sobreprecio. Si quieres un vino decente, o convertir tu picnic en una cata, digamos de Godello, eso es otra cosa. En una pequeña mochila puedes llevar tres o cuatro botellas, incluso congelarlas un poco, y luego protegerlas con un enfriador (Los de LeCreuset son una buena recomendación). Las escaleras de la Casa de Velázquez nada tienen que envidiar a los escalones del Metropolitan Museum de Nueva York y te aseguro que un buen vino escuchando despedir el día a los pavos reales con sus chillidos es un sensación difícil de superar.
No lleves velas. Deja las velas para la navegada. Está prohibido encender fuego en el parque como es natural. No hace falta luz en El Retiro, se ve muy bien. Pero si quieres añadir un toque romántico o festivo a la merienda prueba con luces usb. La lámpara del fabricante catalán Marset, Follow Me, diseñada por Inma Bermúdez y editada por Javier Marset ha sido uno de los éxitos de mi verano.
Si has llegado hasta aquí. Es que ya estas pensando en asarte unos pimientos. Tres últimas pistas. Si te quieres “tirar el pisto” apunta que la palabra picnic viene de la palabra “piquenique” (pique de picotear y niquer de pequeñez).
Elige la salida y la entrada más cercana. Cuando llegues iras cargado (de ilusiones y de comida) y cuando regreses cargado de lo que no debiste llevarte y basura. Y la última. Cuidadito amigo lector, el riego automático por aspersores salta entre las 10 y las 12 de manera aleatoria y puedes acabar deambulando con mantel y viandas en formato “sopa de parque”. Si te ocurre dejarte regar como Carmen Maura en La Ley del Deseo te dejo aquí las palabras del conjuro: ¡Riégame! ¡Riégame! Y será entonces cuando los pinos moverán su copa para verte empapado y feliz, hecho una “sopa de parque”.