Aquí les dejo mi carta de amor estival a la pitiusa mayor, la isla blanca, la que el jueves le puso una calle a Ángel Nieto, la que se queja de que será un invierno duro, la que escuchará mi discurso como nuevo miembro de la Academia de Gastronomía de Ibiza y Formentera el próximo 11 de agosto que he titulado: “Piratería y Gastronomía, más allá de la rima”. La que ayer escuchó mis peroratas en la portada del Diario de Ibiza el primer día del agosto más raro de todos los agostos.
El aeropuerto, epicentro del tonteo, por el que todos los que van a Formentera tienen que pasar, luce estertores. “Están todos en Formentera” me dice un visitante. “Todos los que están en Formentera lo cuentan en el Instagram”, contesto.
El aeropuerto, saturado el año pasado, respira hondo. Ya no se concentran las azafatas a la puerta de salida para repartir flyers de las discotecas. Todos afuera. Los vuelos vienen llenos, pero hay pocos. Vienen llenos de guiris, pero la fauna es distinta. Vienen guiris que tienen aquí casa, holandeses sobre todo, que quieren lucir sus Land Rover Defender. Y los lucen.
A mí me gusta la isla así también. Me gusta cuando se parece al bar de La Guerra de las Galaxias, pero me encanta cuando no hay gente y la Naturaleza respira. El inmobiliario sigue a tope porque en el mundo sigue habiendo pasta y esta isla es un mercado en sí misma con precios que alcanzan los diez millones de euros en algunas propiedades. Pronto os contaré el proyecto Sabina, que en el sur, es el referente del lujo en este momento. Las fiestas de los jueves con música en directo, solo por invitación de la hiperactiva Bego Rey, son un referente.
“Se suicidó Salvador, lo publicó el diario”. La frase en la caleta de Pou de Lleo, donde dicen que los piratas tenían un león para proteger el agua dulce en una de las cuevas, están de luto. Se suicidó Salvador y ahí llora su llaut. No me atrevo a preguntar si me lo venden. El llaut de Salvador es la barca con la que Joachim Patinir dibujó a la parca llevándose a los vivos. Navegando nos iremos también. Me da no sé qué ir a Salvador a pedir un Bullit de Peix, pero iré claro que iré. Me voy a bañar sin traje y subiré a emparedarme uno a la memoria de Salvador y sus pesqueras. Ibiza está bellísima, quizá más bella que nunca.
Casa Anita está mejor este año. No hay cola en la puerta. La ensalada ibicenca de patató mejora cuando cruje el pimiento crudo en tu boca, y la oliva trencada estil payes lo impregnan todo a anís. Este año hay casi siempre fiesta de borrachuzos y porreros justo enfrente, al cruzar la carretera, a la izquierda de la iglesia, que tiran de canuto y canciones de Fito Cabrales para celebrar que en esta isla se sueña ser libre.
Cuidado que los sueños si se sueñan fuerte se cumplen. Como siempre, los habituales y los camareros, si te sientas a observarles viven en otro plano. Desayunar en Casa Anita, donde sus manteles de las islas son año tras año el wallpaper del momento, es una gozada. A las 7.30 ya están sirviendo tostadas.
Los restauradores no se rinden. Miguel Sancho con su Beso, el próximo jueves ya tiene preparada la noche de luna llena, es uno de ellos. Qué buen eslogan, “No hay verano sin Beso”. Miguel, necesitamos otro para Roto, ¿qué te parece? “Haz un Roto en tu día”. O pedirle a El Roto que te dibuje la carta.
El puto código QR se ha impuesto en los menús. Se salvan algunas cartas de vinos, como la espectacular del 7 Pines, el resort del grupo Kempinsky. Su anochecer frente a Es Vedrá es imprescindible. Enhorabuena a Laura Cazeaux por la gestión de este complejo que este año ha conseguido colocar un 50% de ocupación, que eso ya es mucho. Los carritos de bicicletas de los sommelier son lo más de lo más. Ibiza está bellísima, quizá más bella que nunca.
Ibiza es un zoológico ilógico y hedonista, eso la hace única. Los que se quejan de que la Ibiza pasada fue mejor deberían ser desterrados. Vicente Hernández Zaragoza, alías “Vicente Ganesha”, es el mejor reportero de la isla. Le recomiendo a Cristina Martín Vega, directora del BOE local, el Diario de Ibiza, que contrate a Ganesha como corresponsal en Dalt Vila. Sus selfies en la tienda son el Hola del visitante.
Antes de ayer Diane Von Füstenberg, no hace falta presentarla pero sí recordar que su marido es el media mogul Barry Diller, se hacía el selfie de rigor. Me encanta Ganesha, lo mismo posa en pelotas en el junio isleño que se pierde por el encante del mercadillo del hipódromo en busca de baratijas guiris. No sé por qué, pero cuando los guiris venden sus trastos a mí me molan más.
Ibiza en negrita. “Monocle” Liam Aldous ya vive aquí, y anda agitando gente, como al chef Boris Buono, ex equipo René Redzepi, y su “Taller de Tapas”. Liam es un gran agrimensor. Es normal que se haya venido a la isla de los milagros. Como David Leppan, de Los Patios, no se pierdan tampoco su Instagram. Me falta Carlos Risco y su furgoneta voladora que como este año Usuahia no abrió, no le editamos la revista, y se quedó en Orense construyendo el discurso para el futuro de Adriana Domínguez, la listísima presidenta de Adolfo Domínguez. Atención al Domínguez post-Covid que tiene “propósito”. “Propósito” es la palabra del momento, me lo cuenta Toni Segarra con su voz cavernosa antes de que llegase a la isla. “Las marcas están preocupadas por su ‘propósito’”.
Faltan cosas claro. Las cervezas de los jueves en el estanco de San Miguel, -“prométeme Tita, que lo recuperarás pronto”-, el gin tonic al atardecer viendo el jardín de Ca Na Xica, el Festival de Jazz presentado como cada temporada por José Miguel “Radio3” López, la fiesta de Jonathan Anderson y su Loewe.
Las Dalias, que está abierta, pero no tiene apretujones. Este año también me haré el retrato de rigor ante la minutera de Valentina Ricardi. Vengan ustedes, por aquí les espero, Ibiza está bellísima, quizá más bella que nunca.