«Hoy no es un día cualquiera, hoy es el último día de Disco Grande. Allá por el 27 de marzo de 1971 una serie de chavales que apenas tenían 18 años nos colocamos delante de un micrófono por primera vez y empezamos a que rodaran canciones que tenían que ver con lo que nos gustaba (…) 50 años después me encuentro ante el micrófono de Radio 3 dispuesto a hacer un programa al que le he dado muchas vueltas (…). Me siento un poco raro porque estoy empezando el programa y me están apuntado tres cámaras de televisión”.Así fue el comienzo el viernes del último programa de Julio Ruiz (68) en RNE, el conductor que durante 50 años ininterrumpidos ha defendido su gusto al frente de Disco Grande y se ha ganado el cariño de varias generaciones de aficionados con su dicción de frenillo y su adolescencia eterna. El mío también.Cuenta Julio que sus dos primeros programas fueron La música pop de “P” a “P” y Disco Grande y así el hijo del carpintero de la Renfe que cogió la invalidez porque le cayeron unos tablones encima, el hijo de la asturiana ama de casa que le inculcó su amor por Iñaki Gabilondo, desde la castiza calle Torrecilla del Leal en el barrio de Antón Martín, se hizo a sí mismo durante medio siglo, programa a programa con un lugar en nuestros corazones. Cuenta que en aquel primer día pinchó a los Moody Blues y a MC5, y desde entonces el eclecticismo de Ruiz y su humildad ante las envidias y vanidades del mundo del espectáculo fueron construyendo, programa y personaje, persona y programa.
Sus maestros, a los que todo buen periodista debe honrar, fueron el piloto de Iberia Ángel Álvarez y su Vuelo 605 patrocinado por Isidoro “Corte Inglés” Álvarez, José María Iñigo (que siempre le llamó “Julito”) -cuya viuda e hijos ganaron hace unos meses un pleito por que la muerte del periodista estuvo relacionada con el amianto utilizado en TVE- y Alfonso Eduardo (y su programa Estudio 15-18), que regentaba entonces la revista musical Discóbolo. En 1971 con la llegada de las primeras emisoras de FM arrancó el programa. No hay que olvidar que sin la disrupción tecnológica de la Frecuencia Modulada, y el desinterés de los popes de la radio que desde la Onda Media vieron la FM como una tecnología que no triunfaría esta generación de comunicadores no hubiese llegado a nuestros receptores. Les dejaron el micro abierto porque incapaces de imaginar que se harían con la audiencia, las discográficas y el poder, desde el estudio de Radio Popular FM en la pija calle Juan Bravo 49 duplicado.Ruiz se matriculó en Biológicas por eso de que el dinero estaba en las carreras de ciencias pero duró solo tres años. Cuando se fue a la mili en Lérida, -se entera de que han matado a Lennon vestido de kaki- ya llevaba 10 años de Disco Grande (imagÍnese el lector a los colegas de mili escuchando a aquel chaval de los rizos contar que ponía discos en la radio).Luego llegaría la primera promoción de Ciencias de la Información. A Julio le dieron “la blanca” (la cartilla de licencia militar), el día que Tejero entró en el Congreso. Durante todo 1980 el programa siguió emitiÉndose gracias a su hermano Goyo Ruiz y a unos colegas que le pegaban comentarios y canciones. 50 años ininterrumpidos. Quizá entre el Guinness de los Records. Hay vidas que no llegan a tanto.
A Julio le ha hecho grande su constancia, -mantenerse fiel a trabajar una veta (la de los músicos que encontraron en Disco Grande su primera ventana abierta), su aproximación juvenil, inocente, tan personal, y esa manera de hablar, ese frenillo tan radiofónico que lo hace único. Nada más radiofónico que la naturalidad, con todos sus defectos incluidos. Si quieres ser alguien tras el micrófono cultiva esa radio transparente que te agarra de las tripas y que cuando te las coge ya no te suelta.Durante años Julio fue el falso autónomo más falso del ente público, pero claro, las cosas se pusieron en su sitio al final. No cuando debían, sino al final, muy al final. Eduardo García Matilla, un clásico de la gestión radiofónica, lo rescató para Radiocadena Española y aquel contrato fue la herramienta que permitió su fijeza hasta ayer en RNE.Hasta 2007 la radio fue para Julio un hobby mínimamente remunerado por aquellos “contratos por obra” precarios. Los sindicatos pelearon por sus derechos y convirtieron sus 23 años de colaborador en una fijeza que le permitió fichar con su al “cipol”. La paradoja es que quizá si no hubiese sido así, la competencia entre los locutores, muy dura, brutal, le hubiera hecho caer en una balasera. Julio Ruiz nunca fue “peligroso” para los compañeros y ese ha sido uno de los secretos de su longevidad profesional.
¿Debería el Ente Público haber hecho una excepción con Julio Ruiz? ¿Y con José Miguel López y Tolentino? Claro que sí. Porque lo público es lo común, porque lo común, el bien común para el que pago impuestos reconoce muy pocas veces personalidades como esta. El Ente Público debería haber encargado una encuesta demoscópica y haber preguntado si la radio público pierde o gana con estas voces en antena. Está claro que pierde.
Ante el argumento de incorporar nuevas generaciones podrían haberse estudiado retiradas paulatinas, y si hablamos de contratos, cuando a todo el mercado laboral se le pide flexibilidad RTVE debería haberlo sido. Que no se nos olvide que a Ángel Alvarez, con su Vuelo 605, la SER lo permitió una retirada digna. Es mérito de Luis Merino.Ayer la red se llenó de comentarios ingeniosos en recuerdo de Julio. La mayoría de los que le halagaban ya no le escuchaban pero el buenismo intelectual es así. Pasó también con Juan de Pablos -no se pierdan la entrevista que le hizo Carlos Galán en su podcast Simpatía por la industria musical – y volverá a pasar. La radio sigue generando cariño. La televisión ya no. Desde que Hermida se fue la tele no crea iconos, los devora.
Hace años que no hablo con Julio, desde que no hago crónica de conciertos y no coincidimos. Hace tiempo que no le escuchaba por mi cambio de rutinas radiofónicas. Ayer le hicimos “hombre del día” de Forbes. Sí claro, Ruiz desde su estudio 201 en Prado del Rey ha ayudado a la industria discográfica a vender y a reinventarse. Mucho. Inventó las GATAS (Grabación A Traición Original), siempre en femenino- nuestra John Peel sessions-. La primera fue del grupo Los Navajos.
Su archivo de maquetas, almacenado en casa, primero una cinta de núcleo, luego al cassette, debería ser registrado por alguna fonoteca pública o privada que garantice que ese material no se pierda. Unos cacos se acercaron hace unos años a visitar su trastero pero no supieron valorar el archivo histórico y solo se llevaron un ventilador, y no era el de la rumba. Julio se reinventó una y mil veces. Se inventó “la liga maquetera” -se ganó la vida durante años trabajando para Marca, en sus años de esplendor- y tengo vívida en mi memoria la cara de resignación de Ruiz en aquellos conciertos de los noventa diciéndome: ”Andrés yo de la música no vivo”. Buena enseñanza. Más a menudo de lo que uno piensa la gente te quiere por otras cosas que no son las que te dan de comer. Julio Ruiz, atlético furibundo, se despide la radio el año que su club se llevó al liga. Qué bonito.
Siempre más de letras que de ciencias, futbolero hasta la médula, rojiblanco, y DJ Rojiblanco cuando pincha en guateques Ruiz tendrá que reinventarse, que escribir un libro, o lanzarse al mundo podcast sobre esta ola de cariño que le lleva en volandas.Hitos en estos años hay muchos: la última entrevista de Parálisis Permanente, el 23 de diciembre que Carlos Berlanga fue a presentar su Dinarama antes del concierto de Rock-Ola, las primeras entrevistas de Radio Futura, los tres hermanos Urquijo (luego Los Secretos) primero Tos, Loquillo vestido de marinero durante una entrevista, la primera maqueta de Los Planetas y miles más. Pero la gente no quiere a Julio Ruiz por eso, le quiere porque es un niño grande haciendo Disco Grande. Yo creo, que no haya perdido el pelo ayuda mucho también porque es difícil ser indie y alopécico.
Despedirse de un programa es muy difícil. He pasado por eso en más de una ocasión, eso sí sin pena ni gloria para la historia de la radiodifusión, pero con alguna cicatriz para el columnista. Las tripas las llevas revueltas días antes, no sabes si escribirlo, si dejarte llevar por la emoción, si tirar de oficio y ser el más elegante, el que más oculta sus sentimientos. En su último programa pinchó 20 canciones. 40 minutos de música entraron en su despedida. Unas notas para que no se olvide que comentar. Un repertorio elegido entre los mejores de la historia.
Su familia -Bibiana, Isaac, Robert, Lucía- le acompañaron en el estudio. Se puede ver el programa en el streaming, aunque yo prefiero la radio en la que cada uno ve lo que imagina. Los medios se volcaron con su despedida. “Me emocioné escuchando los mensajes de los músicos en el informativo de Ana Sterling en RNE!”El final, al menos pagado por el Ente, fue un breve silencio -tan poderoso en antena- y el Brigitte de Los Planetas. Rescaten el programa, Julio no se ha ido.