Al levantar la tapa en la bodega del cúter de 62 pies, apareció la bañera blanca, casi cuadrada, casi un secreto. Me introduje despacio y me los imaginé allí, con el agua templada, y la noche estrellada, lejos de las miradas de los paparazzi, aún más lejos de la escolta presidencial y de los publicistas de los estudios. Diseñado por Olin Stephens, de Sparkman & Stephens, el Manitou, construido en los astilleros Davis Brothers en Meryland, fue botado en 1937 para competir en la Chicago Mac Cup. Imagino al presidente encendiendo la chimenea del barco, al olor del nogal, de la caoba y de la teca de su traviesas, sirviendo una copa de tinto y susurrándole a Marylin si le apetecía darse un baño.
«¿Fuera, John?», pudo contestar ella, «No, darling, en esta bañera secreta que hay aquí abajo».
La misma que yo piso ahora. Descalzo, faltaría más.
Carta publicada en Voyage por Andrés Rodríguez