Vivimos tiempos instantáneos. Todos llevamos una potente emisora de televisión en el bolsillo que además nos sirve para llamar a la gente. Nos hemos convertido en emisores. En este siglo XXI, en el que la marca personal es tu cuenta de lnstagram, abro un martes el New York Tirries y en la portada del cuadernillo de moda algo parece que puede cambiar. El diario más importante del mundo denuncia la falta de credibilidad de los famosos en la primera fila de los desfiles. Lo que parecía una buena idea, que los famosos recomendasen tus colecciones (muchos previo pago) -entonces los desfiles eran plato mediático de segunda comparado con un acontecimiento deportivo un estadio vibrando con los Stones- hoy es un chiste que contado tantas veces no hace sonreír a nadie.
Escribo esto sentado a 25 cm de Spike Lee. ¡Sí, el gran Spike Lee (en front row)! Nadie le hace el menor caso. Tan solo un paparazzi le fotografía, Lee adopta la pose, y a los cinco minutos el retratista vuelve y le dice: «Spike, ¡déjame otra por favor! Realmente eres mi héroe». Lee pone cara de «cacho cabrón, eso se lo dices a todos». Y arranca el show.
Se encienden las luces así que acabo con una propuesta. Si elfashion system. ha conseguido convertir los desfiles en un evento planetario, por qué no dotarlos de un brochazo intelectual. Quizá la primera fila se llene de venerables literatos, políticos aún respetables o abuelitas adorables y la aristocracia del siglo XXI, la que sienta su culo en primera fila, sea de nuevo, respetada.
Carta publicada en L’Officiel por Andrés Rodríguez