Menudo globo.
Cada vez que imagino una revista siento como si subiera en globo y fuese yo quien maneja el quemador. No voy solo, hay otros en la barquilla, y muchos más abajo, así que dale gas. Volar empujado por el helio representa el sueño de la aventura. Phileas Fogg sobrevoló así las fieras africanas empujado por la pluma de Julio Verne, y Malcolm Forbes, el hijo del fundador de Forbes, se hizo muy famoso no sólo por sus listas de millonarios, sino también por utilizar su globo aerostático con el logo de Forbes dibujado para dar a conocer su revista por todo el mundo.
La última vez que volé, impulsado por el gas y el viento, suspendido en la barquilla de mimbre, sentí un frío medieval, amanecía sobre los campos de fresas que rodean los meandros del Tajo una mañana de la pasada Navidad sobre el Real Sitio y Villa de Aranjuez. Arriba, aterido, ojo avizor de los otros dos globos en los que volaban mis compañeros, imaginaba los retos de 2017, entre ellos editar una nueva revista, la primera vez en Europa, la revista de estilo de vida del venerable The New York Times. T Magazine (“timagazin”) estará en tu quiosco amigo y en tu tableta el 1 de marzo de 2017.
Editar una revista es lanzar una botella al océano con un mensaje manuscrito dentro: “¡Escúchame, porque tengo algo nuevo que contar!”. Por eso es muy importante que alguien la encuentre. No sólo eso. Es imprescindible que si alguien la encuentra te devuelva la botella (propongo un Oremus Tokaji Dry) con otro mensaje dentro.
La misión de cualquier editor, de cualquier revista, es comunicar y, si puede, influir.
Ando dándole vueltas al eslogan, el claim, de T Magazine. Cool people in cool places (“gente moderna en lugares modernos”) explica bien lo que quiero contar: cómo vivir el siglo XXI desde la modernidad, con una actitud y una mentalidad moderna. Be a New Yorker (“Sé un neoyorquino”) remite a la capital del mundo, a Nueva York, la ciudad que amo, la ciudad que confió en mi para ser editor, la ciudad en la que nació The New York Times y que presume del magnífico edificio de Renzo Piano en la Octava y de accionista mexicano, el señor Carlos Slim.
Hemos salido de cuentas, estamos en el momento de la buena esperanza, llenos de ilusiones, repletos de gas en la barquilla, sobrevolando los quioscos; nos quedan sólo unos días para aterrizar. Seguro que ya nos puedes ver desde allá abajo. Prepara el champán.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez