No me digas que no te pasa. Hay días, y noches, en la que escapar me seduce. Especialmente las de luna llena. Es el espíritu del húngaro Houdini (doble hache) que me visita. Cuando yo, no Sally, encontré a Harry, lo incluí en ese limbo de amigos con los que hablas sólo cuando cruzas la calle en ámbar. La lectura de los escritos del escapista más grande de la historia ilumina mi oficio con frecuencia.
Como buen fetichista que soy, adoro su dedicación a los objetos. Mi favorito: las esposas –joder con la semántica sentimental del término– con candado de letras. Un artilugio cuya combinación numérica Houdini sustituyó por una palabra. ¿Vosotros qué palabra secreta elegiríais como código para un candado? Llevo en el notas del iPhone una lista de palabras que me han obligado a pararme algún día, pero a mí me costaría horrores escoger sólo una. Me gustaría abrir tus esposas escribiendo “aerolito”, “jai alai”, “puntapié”… “Esquire”.
De la bibliografía de Houdini lo que más me gusta son los “consejos para periodistas [magos, perdón] menores de 80 años”. Lee, lee: “Nunca le digas a la audiencia lo bueno que es algo [¿una revista?], pronto lo descubrirán por sí mismos”. Están escritos a principios del siglo XX, pero aún funcionan si tienes sentido del espectáculo.
Y los hay para todos. Para directores de marketing: “Los trucos con conejos [revistas que regalan chanclas, bañadores y pareos chinos] siempre tienen éxito”. Para directores de arte: “Un truco viejo con ropajes nuevos siempre es un cambio agradable”. Para redactores con los huevos pelados, de esos que se niegan a que les toques un adjetivo: “No alargues los trucos. Ejecútalos tan rápido como puedas sin olvidar el proverbio latino: ‘Apresúrate despacio”. Para tertulianos de la nada: “Cualquier comentario bien escogido sobre la actualidad nunca está de más”. Para creativos publicitarios: “Cuando la audiencia esté muy lejos de usted, agradecerá la pantomima”, e incluso para editores, que esos también se las gastan. “Lo cierto es que no es del truco en sí mismo, ni de saber ejecutarlo, de lo que depende el éxito de tu presentación, sino de cómo se comunica”. Comunica. La palabra clave, las ocho letras que abrían las esposas. Prueba con tu candado. En el mío funciona y así, cuando quiera escaparme, ya puedo.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez