La única vez que he visto a Dios juro que estaba sobrio. Fue hace unos cinco años y me encontraba en pantalón corto ante los sumos sacerdotes del lugar, que me empujaban a presentar una ofrenda, previa rascada de bolsillo. Caían más de 35 grados a la sombra en el exterior de un templo hindú y las pequeñas bolas de mantequilla luchaban por sobrevivir en un pequeño cuenco de agua a la espera de feligreses. La deidad presumía de trompa y la ofrenda consistía en entregarle al elefante (encarnación de Ganesha, el “removedor de obstáculos”) la bolita de grasa láctea. A cambio, el dios paquidermo acariciaba tu cabeza con su trompa peluda.
Cada uno tiene sus dioses y –cuantos más hay– más divertido se vuelve el politeísmo. Para algunos, Eric Clapton es Dios; para otros, Maradona y su mano divina (y por eso montan una iglesia para que les case… aunque el Pelusa ni se presenta a no ser que alguien afloje la mosca). En Las Vegas, el Dios Elvis te casa si sacas la chequera. Si los ceros son pequeños, en vez de Elvis te ponen un vídeo y la boda sigue sin tener validez en España. Son las aberraciones del mercado del más allá, que a veces se cruza con el del más acá cuando un caco limpia el cepillo de unas monjitas “confiadas”. No nos olvidemos que el robo de parroquias y los asaltaconventos son uno de los subgéneros clásicos de la historia del lumpen internacional.
Y luego están nuestras diosas: la Loren, Scarlett, Lollobrigida, la Madre Teresa, Madam Curie… ¿Qué sé yo cuáles son las tuyas? Y luego está Buñuel, con su ateísmo por la gracia de Dios (uno de los mejores eslóganes de la publicidad moderna). Y La vida de Brian, Charlton Heston en Los diez mandamientos, Neptuno (que encima es del Atleti) y su reino marino, Camarón como pegatina en la parte trasera de los coches o hasta John Malkovich lanzando pianos a Clooney para vender más café… Y el de José Luis Martín, el Dios de El Jueves, mi favorito. Oh my god! A(Dios).
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez