“Hay quien se pone unas gafas de sol / por tener más carisma y sintomático misterio”. La frase no es mía, válgame Dios, sino de un tipo más raro que un perro verde –Franco Battiato– que lo mismo se le va la pinza que va y te la clava con un estribillo como éste. Con Nicholson en nuestra portada, y sin sus famosas lunettes, la pregunta es: ¿cuántas veces me he escondido tras unas gafas oscuras? Muchas, me imagino, como tú. ¿De quién? La mayoría de mí mismo, pero no siempre. Mis gafas favoritas se hacen a mano en Inglaterra y las fabrican Graham Cutler y Tony Gross para Cutler & Gross hace cuarenta años (si pasas por Londres no te pierdas su pequeña tienda vintage en el 7 de Knightsbridge Green).
Mis primeras C&G, amarillas y con patilla recta, sobrevivieron a un repartidor de un restaurante chino que las atropello con su moto de reparto. Magníficas. Desgraciadamente, la última mudanza se las llevó por delante. Hoy llevo en el bolsillo de mi americana de tweed una montura roja con cristales de sol.
Al igual que las patillas del cabello giran con la moda, las de las gafas se reciclan cada cierto tiempo. Las rotundas Wayfarer de Ray-Ban que Nicholson se ha quitado para Esquire, las lucieron antes de forma gloriosa Buddy Holly, Elvis o Roy Orbison. Y qué decir de las redonditas de Lennon y Steve Jobs. O las indescriptibles de Elton John o Miss Gaga.
Así con estos precedentes. ¿Para que un Esquire en 3D? Tendrías que usar gafas para leerlo… Y no serían ni las Persol de Steve McQueen ni las Ray-Ban Aviador de Travis Bickle en Taxi driver. No por mucho madrugar, amanece más temprano.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez