Dicen las breaking news que en Langley (Virginia), en el cuartel general de la CIA, hay noches que entran en mi teléfono y se pegan un garbeo. Parece que la red sabe de mí mismo tanto como yo. Así que sabrán que sacar esta empresa adelante ha sido un parto. Digo yo que si han entrado en mi ordenador habrán visto también todas mis fotos haciendo el idiota, esas que me cuido muy mucho de no poner en las redes porque destrozarían mi escasa reputación.
Ando asustado. Dicen que los servicios secretos saben que ayer hice la compra por internet y que se me calentó el dedo y me compré seis tabletas de chocolate Lindt (suizo, eso sí, eh… que es neutral) con todos los tantos por ciento posibles de cacao para hacerme una cata a ciegas y ponerme ídem. Cuentan los tertulianos que todo ya da igual porque si quieres ser candidato dentro de un partido político tienes que estar aprobado por la superestructura. Si no te quieren, para qué vas. Dicen también que los falsificadores ya no hacen ni billetes, ni bolsos de Vuitton, ni chupas de North Face. Que ahora fabrican fake news. Y lo que aún mola más: hay gente que le grita a Nike que las zapas falsas son las suyas. Que se lo haga mirar.
Qué revoltijo, válgame el cielo. Creímos que think different era una manera de ser y ahora somos tan así que hemos creado una bestia (virtual eso sí). También dicen que la gran guerra será un apagón informático de todo un país. ¿Cuánto tiempo podrías vivir (sobrevivir) sin internet? Y es entonces cuando me da por pensar que los que fuimos objetores para no matar gente, por ese pacifismo ahora caduco, quizá hoy debiésemos militar en el #NoWifi.
Me siento imbécil si desde el cuartel general de Virginia se han dado cuenta de todo. Como hayan visto que tengo cartas de amor escritas que aún no he enviado.
Si miro el lado bueno me alegro mucho del regreso del esparadrapo, que estaba un poco triste porque nadie lo compraba ya para tapar heridas. Ahora vive una segunda juventud. Las existencias de esparadrapo se agotan para tapar la cámara del portátil. No hay mal que por bien no venga, la verdad.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez