Por ti daría una mano, sí, pero ¿cuál? Nuestro código genético se compone de 262.000 páginas, tan sólo 500 nos diferencian a unos de otros. Tan sólo un 0,1% de la secuencia de ADN nos hace distintos. Compartimos con el mono el 98% del genoma, con el perro el 92%, con el cerdo y las ratas el 90%, con la oveja el 80%, con las vacas el 75% , con la mosca el 70% y… con las gallinas el 58%.
Cuando hablamos de hermanos, la cosa se complica. ¿Por qué somos tan diferentes unos hermanos de otros? ¿Por qué nos parecemos más cuanto mayores nos hacemos? ¿Y por qué esa diferencia es complementaria a la hora de crear? Ya, ya sé que los hermanos pueden reforzar su creatividad en ocasiones. Que hay hermanos imantados en negativo cuyos parecidos se repelen tanto que las cenas de Navidad son el peor momento del año. Pero hoy no escribo de eso. Escribo de los hermanos Marx (de Harpo, de Chico y de Groucho), de los hermanos Cohen (Joel y Ethan), de los Gallagher (Liam y Noel, y su“odio” promocional), escribo de los hermanos Maya (Coque y Miguel, con su saxo siempre cerca), de los hermanos Lumière. No, con los Weinstein no voy a recrearme.
Incluso después de visitar su estudio me cuesta distinguirlos. Ya, ya se que hay uno más tímido, Erwan (sin Instagram) con barba, movimientos más delicados, y otro más abierto, Ronan (@ronanbouroullec), sin ella. ¿O no era así?
Durante el Salone del Mobile milanés, uno de los focos de creación de tendencias más importantes del mundo, estaportada que tienes entre manos empapelará todos los quioscos de la ciudad. ¿Para qué? Sencillo. Para agitar un poco las calles. Para no dejar que los mensajes sean unidireccionales entre el creador, el editor y el quiosco. Para que durante una semana, con todas las mentes creativas del mundo reunidas, al caer la tarde ante la barra del Bar Basso (Via Plinio, 39), reciban el mensaje al revés: de nuestro bar de la esquina
(Argumosa 39), la redacción, el estudio de los Bouroullec en París, a la redacción de The New York Times, a la imprenta, el quiosco de Milán y las calles empedradas de la ciudad.
Cuando la portada gire tres veces cada cinco minutos –porque los quioscos de Milán tienen un sistema de publicidad con rotores– y Ronan y Erwan se la encuentren en plena calle,entre cita y cita de las marcas que presentan sus nuevas creaciones, ¿qué pensarán? Entrar en la mente de dos hermanos es tan complejo como retransmitir una crónica entre una pareja en su cama de matrimonio. Puede que cuentes la escena, quizá entrevistes a los cónyuges, pero la energía que hay entre ambos, ésa dudo que la pilles. Ésa es un misterio del genoma.
Artículo publicado en T Magazine por Andrés Rodríguez