¿Te ha pasado alguna vez que cuando das un abrazo a alguien muy delgado sientes que puedes entrar dentro de él? A mí me pasó eso la última vez que abracé a Kathy. Hace unos días.
Nos conocimos hace un año y medio en la Octava Avenida. Yo me había tomado el té verde de medio litro que uso para subir mi entusiasmo en el Dean and Deluca en el que desayunan los reporteros del New York Times. Aún no había firmado el contrato para editar la versión española de T Magazine, la revista que tienes entre manos. Pero ya sabía que quería traer las fotografías de Kathy Ryan, la editora gráfica (la que elige qué foto publicar y cuál no) del dominical del periódico. ¿Por qué? Porque me atrapó el título de su libro: Office Romance (Enamorada de mi oficina).
Tardé un año en convencer a Kathy de que tenía que venir a Madrid. Y que confiase en nosotros para exponer sus fotografías a escasos metros del Guernica de Picasso. Que visitase la ciudad. Y por fin accedió. Aún recuerdo su correo. “Me rindo ante tu insistencia”. Pero aún recuerdo más el último abrazo que nos dimos, con el que ambos nos agradecimos el habernos conocido. Yo a ella su confianza, y su mirada a través de la cual retrata la luz que entra cada día por los ventanales del edificio construido por Renzo Piano. Y ella a mí supongo que mi hospitalidad.
Kathy Ryan es una de las mujeres más importantes del mundo de la fotografía. No le tiembla la mano al rechazar trabajos o apostar por talentos. Suya es una de las frases más famosas del oficio: “Lo siento, pero estas fotos no están a la altura del New York Times”. Vaya frase, qué dura y qué sabia, parece mentira que un día entre semana pueda salir de este cuerpo tan delgado que abracé y en el que sentí estar dentro unas milésimas de segundo, lo que dura un obturador abierto.
Artículo publicado en T Magazine por Andrés Rodríguez